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El misterio de la nave soviética destruida por extraterrestres

La sonda soviética Fobos 2 había sido enviada a finales de los ´80 al planeta rojo para estudiar una de las dos lunas que lo orbitan. Fotografió lo que parecía ser una ciudad alienígena y antes de desaparecer misteriosamente captó un desconocido y gigantesco objeto espacial de 20 Km. de largo.

Fue una nave soviética la encargada de descubrir alguno de los secretos marcianos y de estudiar sus misteriosas lunas, Fobos y Deimos (Miedo y Terror, en griego).

Secretos que ojos humanos jamás vieron o que tal vez jamás tendrían que haber visto.

La Fobos 2, era la segunda sonda enviada por la Unión Soviética a Marte y llevaba el nombre de una de sus lunas, y que tras el fracaso de la Fobos 1, desapareció en septiembre de 1989 sin dejar rastros.

Tras la pérdida de la sonda, algunas personas aseguraron que ésta había alcanzado a transmitir datos que podrían indicar la presencia de una civilización extraterrestre. Sin embargo, la mayor parte de la comunidad científica consideró estas especulaciones carentes de fundamento y no hallaron en los datos de la misión, anomalías que sugieran presencia alienígena.

Pero los defensores de la existencia de pruebas extraterrestres en los datos de la Fobos 2 aseguran que en Marte ya se han encontrado evidencias de presencia alienígena. Según ellos la cara de Marte sería una de esas pruebas, así como las ruinas de una ciudad en la región de Cydonia Mensae.

Entangled

When you're asleep they may show you
Aerial views of the ground
Freudian slumber empty of sound

Over the rooftops and houses
Lost as it tries to be seen
Fields of incentive covered with green

Mesmerised children are playing
Meant to be seen but not heard
"Stop me from dreaming!"
"Don't be absurd!"

"Well if we can help you we will
You're looking tired and ill
As I count backwards
Your eyes become heavier still
Sleep, won't you allow yourself fall ?
Nothing can hurt you at all
With your consent
I can experiment further still."

Madrigal music is playing
Voices can faintly be heard
"Please leave this patient undisturbed."

Sentenced to drift far away now
Nothing is quite what it seems
Sometimes entangled in your own dreams

"Well, if we can help you we will
Soon as you're tired and ill
With your consent
We can experiment further still

Well, thanks to our kindness and skill
You'll have no trouble until
You catch your breath
And the nurse will present you the bill"


STEPHEN HACKETT / TONY BANKS

Fragmento - El almuerzo desnudo

El retrete lleva cerrado por lo menos tres horas. Creo que lo están usando de quirófano...
ENFERMERA. —No le encuentro el pulso, doctor.
DR. BENWAY. —A lo mejor se lo metió en un dedil por el jebe.
ENFERMERA. —¿Adrenalina, doctor?
DR. BENWAY. —El sereno se la chutó toda para divertirse. —Mira a su alrededor y coge uno de esos desatascadores de goma con un mango que se usan para retretes atascados... Avanza sobre la paciente—. Haga una incisión, doctor Limpf —dice a su aterrado ayudante—. Voy a darle masaje cardíaco.
Limpf se encoge de hombros e inicia la incisión. El doctor Benway lava el desatascador agitándolo en la taza del water...
ENFERMERA. —¿No deberíamos esterilizarlo, doctor?
DR. BENWAY. —Probablemente, pero no hay tiempo. —Se sienta en el desatascador como si fuera un bastón-asiento, y contempla cómo el ayudante hace la incisión—. Vosotros los jóvenes sois unos inútiles que no podéis sajar un grano sin bisturí eléctrico con drenaje automático y sutura más automática todavía... Dentro de poco estaremos operando por control remoto a unos pacientes que nunca habremos visto... No serviremos más que para apretar botones. La cirugía ya no necesitará habilidad... Ni conocimientos ni técnica... ¿Les he contado que una vez realicé una apendicectomía con una lata de sardinas oxidada? Y otra vez me encontré sin instrumental alguno y quité un tumor uterino con los dientes. Eso fue en el Alto Effendi,
y además...
DR. LIMPF. —La incisión está lista, doctor.
El doctor Benway hace entrar la ventosa del desatascador por la incisión y bombea arriba y abajo. La sangre salta sobre los médicos, la enfermera y las paredes... La ventosa produce un chapoteo espantoso.
ENFERMERA. —Creo que está muerta, doctor.
DR. BENWAY. —Bueno, son gajes del oficio. —Cruza la habitación hacia el botiquín... — ¡Algún jodido drogadicto me ha cortado la cocaína con detergente! ¡Enfermera! ¡Mande al chico a buscarme esa receta a paso ligero!
El doctor Benway opera en un auditorio lleno de estudiantes:
—Bien, jóvenes, no verán ustedes realizar esta operación con mucha frecuencia y hay una buena razón para ello... No tiene el más mínimo valor médico. Nadie sabe cuál era su finalidad, ni si tenía alguna finalidad. Personalmente creo que se trató de una creación puramente artística desde el principio. Al igual que el torero logra eludir con su habilidad y sabiduría el peligro que él mismo ha provocado, el cirujano hace peligrar
deliberadamente al paciente de esta operación, para luego, con increíble rapidez y celeridad, rescatarle de la muerte en la última fracción de segundo disponible... ¿Alguno de ustedes ha visto actuar al doctor Tetrazzini? Digo actuar a sabiendas, porque sus operaciones eran auténticas. Comenzaba lanzando un bisturí sobre el paciente desde la puerta y luego hacía su entrada de bailarín de ballet. Su velocidad era increíble: «Así no
les dejo tiempo para morirse», decía. Los tumores le provocaban un frenesí de rabia. «Jodidas células sin disciplina!», refunfuñaba avanzando sobre el tumor como un navajero.
Un joven se lanza al teatro de operaciones y avanza hacia el paciente empuñando un bisturí.
DR. BENWAY. —¡Un espontáneo! ¡Deténganlo antes de que me destripe al paciente!
Los subalternos forcejean con el espontáneo al que finalmente expulsan de la sala.
El anestesista se aprovecha de la confusión para arrancar un grueso empaste de oro al
paciente...

El almuerzo desnudo, WILLIAM S. BURROUGHS

Fragmento - ESA HORRIBLE FORTALEZA

Así, Frost, cuya existencia negaba Frost, vio su cuerpo entrar en la antecámara y detenerse súbitamente ante la vista del cadáver desnudo y sangriento. La reacción química llamada shock se produjo. Frost se inclinó, dio vuelta al cuerpo y reconoció a Straik. Un momento después, sus relucientes lentes y su barbita en punta se asomaban a la cámara de la Cabeza. Apenas se dio cuenta de que Wither y Filostrato yacían allí, muertos. Su atención fue atraída por algo más serio. La repisa donde debía estar la cabeza estaba vacía; el anillo de metal, retorcido; los tubos de goma, arrancados y rotos.
Entonces vio una cabeza en el suelo, y se inclinó para examinarla. Era la de Filostrato. De la cabeza de Alcasan no encontró rastro, salvo un montón de huesos rotos al lado de donde estaba la de Filostrato.
Siempre sin preguntarse qué haría, ni por qué, Frost se dirigió al garaje. El lugar estaba vacío y silencioso; la tierra se hallaba cubierta de una espesa capa de nieve. Volvió a subir con todos los bidones de bencina que pudo transportar. Amontonó todas las materias inflamables que se le ocurrieron en la Habitación Objetiva. Entonces se encerró en ella y cerró la puerta exterior de la antesala. La fuerza que le ordenaba estas acciones le mandó entonces meter la llave en el tubo acústico que comunicaba con el corredor.
Cuando la hubo empujado hasta donde llegaban sus dedos, cogió un lápiz y la metió todavía más adentro. Oyó el sonido metálico de la llave que caía sobre los ladrillos del corredor. La fatigosa ilusión, su conciencia, gritaban en son de protesta; su cuerpo, aunque hubiese querido, no tenía la facultad de escuchar estas protestas. Como la figura ornamental que había decidido ser, su cuerpo rígido, ahora terriblemente frío, volvió a la Habitación Objetiva, vertió los bidones de bencina y arrojó un fósforo encendido al montón. Hasta entonces no pudo sospechar que la muerte misma podía, después de todo, no curarle la ilusión de ser un alma, como podía no probar tampoco la entrada en un mundo donde esta ilusión se encoleriza, infinita e incontrolada. Se le ofrecía una escapada para su alma, si no para su cuerpo. Era capaz de ver (y simultáneamente se negaba a reconocerlo) que se había equivocado desde el principio, que existían las almas y la responsabilidad personal. Lo veía a medias, pero odiaba por entero. La tortura física de morir abrasado no era quizá mayor que el odio que sentía por ello. Con un supremo esfuerzo, se refugió en esta ilusión. Y en aquella actitud se apoderó de él la eternidad de la misma forma que la salida del sol de los viejos cuentos se apodera de los gnomos para transformarlos en inmutables piedras.

ESA HORRIBLE FORTALEZA, C. S. Lewis

Fragmento - El Señor de la Luz

Pese a haber caído en desgracia, Yama seguía siendo considerado como el más poderoso de los artificieros, aunque no se dudaba que los Dioses de la Ciudad le harían morir de muerte real si sabían lo de la máquina de oraciones. Y se suponía igualmente que de todos modos le harían morir la muerte real sin la excusa de la máquina de oraciones si alguna vez llegaban a echarle la mano encima. 
Bien, la forma en que arreglara este asunto con los Señores del Karma era cosa suya, pero nadie dudaba que cuando llegara el momento encontraría una forma de salirse. Tenía la mitad de la edad de la propia Ciudad Celestial y apenas diez de los dioses recordaban la fundación de esa residencia. Era considerado más sabio incluso que el Señor Kubera en los asuntos del Fuego Universal. Pero ésos eran sólo sus atributos menores. Era mas conocido por otra cosa, aunque pocos hombres hablaban de ella. Era alto, aunque no demasiado, robusto, pero no pesado, sus movimientos eran lentos y fluidos. Vestía de rojo y hablaba poco.
Cuidaba de la maquina de oraciones y el gigantesco loto de metal que había instalado en la parte más alta del techo del monasterio giraba y giraba sobre su alvéolo.
Caía una ligera lluvia sobre el edificio, el loto, y la jungla a los pies de las montañas. Durante seis días había ofrecido muchos kilovatios de plegarias pero la estática impedía que le oyeran en Las Alturas. Casi sin aliento apelo a las más notables deidades de la fertilidad de la corriente invocándolas por sus más prominentes Atributos.
El retumbar del trueno respondió a su petición y el pequeño mono que le ayudaba lanzo una risita.
Dio unos pequeños saltos a su alrededor.
—Tus plegarias y tus maldiciones dan el mismo resultado Señor Yama —comento el mono— Es decir, nada.
—¿Has necesitado diecisiete encamaciones para llegar a esta verdad? —dijo Yama— Entonces puedo ver por qué sigues siendo un mono.
—No es así —dijo el mono, cuyo nombre era Tak— Mi caída, aunque menos espectacular que la tuya, implicó de todos modos elementos de malicia personal por parte de...
—¡Ya basta! —exclamó Yama, volviéndose bruscamente de espaldas a él.
Tak se dio cuenta de que debía haber tocado un punto sensible. En un intento por encontrar otro tema de conversación, se dirigió a la ventana, saltó á su amplio alféizar y miró hacia arriba.
—Hay una brecha en la capa de nubes, hacia el oeste —dijo.
Yama se acercó, siguió la dirección de su mirada, frunció el ceño y asintió.
—Sí —dijo— Quédate donde estás y avísame.
Se dirigió a un panel de controles.
El loto dejó de girar sobre sus cabezas, se enfocó hacia el trozo de cielo libre.
—Muy bien —dijo— Estamos consiguiendo algo.
Su mano se agitó sobre un panel de control separado del resto de la maquinara, accionando una serie de interruptores y ajustando dos diales.
Debajo de ellos, en los cavernosos subterráneos del monasterio, fue recibida la señal y se iniciaron otros preparativos: fue avisada la anfitriona.
—¡Las nubes se están cerrando de nuevo! —exclamó Tak
—No importa ahora —dijo el otro— Hemos pescado a nuestro pez. Ahí viene, fuera del Nirvana y hacia el loto.
Hubo otro trueno, y la lluvia empezó a caer con un sonido como de granizo contra el loto. Las azules serpientes de los relámpagos zebraron las cimas de las montañas, silbando.
Yama cerró un último circuito.

El Señor de la Luz, Roger Zelazny

La película mostra: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, Philip K. Dick

—Polokov ha conseguido un empleo oficial como recolector de basuras.
—¿Pero no son solamente los especiales quienes hacen ese tipo de trabajo?
—Polokov imita a un especial muy deteriorado. Eso engañó a Dave. Creo que Polokov es tan parecido a un cabeza de chorlito que por eso Dave no lo tomó en consideración. ¿Está usted seguro del test de Voigt-Kampff? ¿Le consta absolutamente, por lo ocurrido en Seattle, que...
—Sí —
respondió Rick, sin dar más explicaciones.
—Acepto su palabra —dijo Bryant—Pero no debe haber el menor error.
—Como siempre en la caza de andrillos. Este caso no es distinto.
—El Nexus-6 es distinto.
—Ya he conocido uno
—dijo Rick— Y Dave ya ha visto a dos. Tres, si contamos a Polokov. Está bien. Retiraré hoy a Polokov, y quizás esta noche o mañana hable con Dave.
Cogió la copia borrosa, el informe sobre el androide Polokov.
—Otra cosa —agregó Bryant— Un policía soviético de la WPO viene hacia aquí. Llamó mientras usted estaba en Seattle; viaja en un cohete de Aeroflot que ha de llegar dentro de una hora. Su nombre es Sandor Kadalyi.
—¿Qué quiere?
—los policías de la WPO no venían con frecuencia a San Francisco.
—La WPO está bastante interesada en los nuevos modelos Nexus-6, tanto como para enviar un observador.

Blade Runner (1982), dirigida por Ridley Scott y protagonizada por Harrison Ford (Rick Deckard), Rutger Hauer, Sean Young, Edward James Olmos y Daryl Hannah, entre otros.

Fragmento

El Rey del Tibet estaba haciendo el amor con una gorda blanca.
Se había tirado hacia las profundidades de un túnel de gelatina, milenios antes, y periódicamente, mientras la pistoneaba, un suave conejito blanco y rosa con levita y botines hacía temblar el túnel a su paso, estudiando un reloj de bolsillo que llevaba colgado de una pesada cadena de oro.
La mujer blanca era suave como el sebo, con ojillos negros hundidos bajo prominentes cejas. La muy puerca gruñía en un éxtasis insatisfecho, tratando desesperadamente, y sabiendo que nunca podría. Pues nunca había podido.
El Rey del Tibet tenia dolor de tripas. ¡Oh, estar en otro lugar, haciendo otra cosa, solo!
El paisaje exterior temblaba en oleadas de miedo, que irradiaban desde las cimas de las montañas muy lejanas. En las cimas de las montañas, parduscos y marchitos viejos consideraban medios y fines, consideraban ruinas y portentos, consideraban porqués y porconsiguientes... Lo ignoraban todo... y se dedicaban a enviar más miedo a lugares más alejados.
El paisaje temblaba en la noche, comenzando a estremecerse con un terror que era mayor que el miedo que había pasado antes.
—¿Que hora es? —preguntó, y no recibió respuesta.
Hacia treinta y siete años, cuando el Rey del Tibet había sido un muchacho, había un hombre con una pierna, que había sido su padre por corto tiempo, y una mujer con algo de sangre de negro en ella, que le había servido de madre.
—Puedes ser cualquier cosa, Charles —le había dicho—. Lo que prefieras ser. Un hombre puede ser cualquier cosa que desee: el Tío Wiggly, Jomo Kenyatta, el Rey del Tibet, si es que así lo deseas. Blanco o negro, Charles, eso no importa. Tan solo tienes que seguir tu camino, ser bueno y hacer. Eso es lo único que debes recordar.

El Circo Del Ratón, Harlan Ellison

Ubik

A las tres y media de la madrugada del cinco de junio de 1992, todos los videófonos se pusieron en funcionamiento: el telépata jefe del Sistema Sol había caído del mapa situado en las oficinas de Runciter Asociados en Nueva York. Durante los dos últimos meses, la Organización Runciter había perdido la pista de demasiados psicos de Hollis; aquella desaparición no causaría mayor sorpresa.

¿Señor Runciter? Siento molestarle. —El técnico encargado del mapa en el turno de noche carraspeó nerviosamente mientras la voluminosa y desaseada cabeza de Glen Runciter emergía hasta llenar por completo la videopantalla—. Hemos recibido noticias de uno de nuestros inerciales. A ver... —Revolvió un desordenado montón de cintas del grabador que recibía las comunicaciones del exterior—. Lo ha comunicado la señorita Dorn; como recordará, le había seguido hasta Green River, Utah, donde...

¿De quién me habla? No puedo tener siempre en la cabeza qué inercial está siguiendo a qué telépata o a qué precognitor —masculló, soñoliento, Runciter. Se alisó con una mano la ondulada masa de cabello gris—. Vaya al grano y dígame cuál de los de Hollis es el que falta ahora.

S. Dole Melipone —dijo el técnico.

¿Cómo? ¿Que Melipone ha volado? No diga tonterías.

No digo tonterías —aseguró el técnico—. Edie Dorn y otros dos inerciales le siguieron hasta un motel llamado «Los Lazos de la Experiencia Erótica Polimorfa», un complejo subterráneo de sesenta módulos que recibe una clientela de hombres de negocios y furcias. Edie y sus colegas no creían que Melipone estuviera en actividad, pero para asegurarnos mandamos a uno de nuestros propios telépatas, G.G. Ashwood, a que le leyera. Ashwood encontró un verdadero lío envolviendo la mente de Melipone y no pudo hacer nada, así que volvió a Topeka, Kansas, donde ahora rastrea una nueva posibilidad.

Runciter, ya más despierto, había encendido un cigarrillo. Con la mano en el mentón y expresión sombría, seguía sentado mientras el humo del cigarrillo se elevaba a través del objetivo de su extremo del doble circuito.

¿Seguro que el telépata era Melipone? Según parece, ya nadie sabe qué aspecto tiene exactamente; debe de cambiar de patrón fisonómico una vez al mes. ¿Y de su campo qué hay?

Le dijimos a Joe Chip que fuese al motel y midiese la amplitud del campo generado allí. Según Chip, se registraba un máximo de sesenta y ocho coma dos unidades de aura telepática que sólo Melipone, entre todos los telépatas conocidos, puede producir. Así que colocamos la identichapa de Melipone en este punto del mapa. Y ahora Melipone... bueno, la chapa... ya no está.

¿Ha mirado por el suelo o detrás del mapa?

La identichapa ha desaparecido electrónicamente. El hombre que representa ya no está en la Tierra ni, por lo que sabemos, en ninguna de sus colonias.

Iré a consultar con mi difunta esposa —dijo Runciter.

Pero, los moratorios están cerrados. Es más de medianoche.

No en Suiza —repuso Runciter, sonriendo con una mueca.

Premios Ig Nobel

Un investigador que descubrió que la Coca Cola destruye los espermatozoides y los científicos que descubrieron que la gente comerá feliz papas fritas rancias si crujen fuerte ganaron el jueves los premios alternativos Ig Nobel.

El premio en la categoría de biología fue al equipo francés que descubrió que las pulgas de los perros pueden saltar más lejos que las pulgas de los gatos, mientras que el premio de medicina fue a un equipo de la universidad de Duke, enCarolina del Norte, que demostró que los placebos caros funcionan mejor que la falsa medicina barata.

Un equipo de la Universidad de Sao Paulo en Brasil ganó un premio especial de arqueología por demostrar como un armadillo puede arruinar una excavación arqueológica.

Entre los ganadores de años anteriores figuran el inventor de los flamencos de plástico rosado, un investigador que filmó a pato ánade azul sodomizando a un macho muerto y un médico que curaba el hipo aplicando masajes anales digitales.

LAS LETANIAS DE SATAN,

¡Oh Tú, el más sabio y el más bello de los Angeles, Oh Dios traicionado
por la suerte y privado de alabanzas!
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Oh Príncipe del Exilio, a quien se le ha hecho un agravio, y que vencido,
siempre te levantas más fuerte,
Oh Satán ten piedad de mi larga miseria!
Tú que lo sabes todo, gran rey de las cosas subterráneas, sanador
familiar de las angustias humanas,
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que, lo mismo a los leprosos que a los parias malditos, enseñas por
amor el gusto del Paraíso,
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que de la Muerte, tu vieja y fuerte amante, engendras la Esperanza
-una loca encantadora!
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, que haces al proscrito esta mirada calma y alta, que condena todo un
pueblo alrededor de un cadalso,
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que sabes en qué ángulos de las tierras envidiosas, el Dios celoso
escondió las piedras preciosas,
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, en quien la mirada clara conoce los profundos arsenales donde duerme
amortajado el pueblo de los metales,
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, cuya mano aleja el vacío, de los pies del sonámbulo al que seducen
los tejados,
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que, mágicamente ablandas los viejos huesos del borracho tardo
atropellado por los caballos,
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que, para consolar al hombre frágil que sufre, nos enseñas a mezclar
el salitre y el azufre,
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que pones tu marca, oh cómplice sutil, en la frente de Creso
despiadado y vil,
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que pusiste en los ojos y el corazón de las muchachas, el culto de la
llaga y el amor de los andrajos,
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Bastón de los exiliados, luz de los inventores, Confesor de los ahorcados
y de los conspiradores,
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Padre adoptivo de estos que en su negra cólera del Paraíso terrestre ha
desterrado Dios Padre,
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!

Fragmento

T'sain se volvió para marcharse, pero en aquel momento oyó el ominoso golpetear de unos cascos, acercándose como el destino. El caballo negro se detuvo ante ella. T'sain retrocedió en el umbral, mientras todas las advertencias de Turjan regresaban a su mente. Pero T'sais había desmontado y avanzaba, con la espada pronta. Cuando ya la alzaba para golpear, sus ojos se cruzaron, y T'sais se detuvo, estupefacta.
Era una visión capaz de excitar el cerebro: dos hermosas gemelas llevando los mismos pantalones blancos de cintura alta, con los mismos intensos ojos y pelo descuidado, los mismos cuerpos pálidos y flexibles, el rostro de una exhibiendo odio hacia cualquier átomo del universo, el de la otra una alegre exuberancia.
T'sais consiguió hablar.
— ¿Cómo es eso, bruja? Te pareces a mi, pero no eres yo. ¿O tal vez la locura me ha concedido al fin su don para filtrar mi visión del mundo?
T'sain agitó la cabeza.
— Soy T'sain. Tú eres mi gemela, T'sais, mi hermana. Por esto debo amarte y tú debes amarme a mí.
— ¿Amar? ¡Yo no amo a nada! Te mataré y así haré el mundo un poco mejor desembarazándolo de otro mal. -Alzó de nuevo su espada.
— ¡No! -gritó T'sain, angustiada-. ¿Por qué quieres hacerme daño? ¡Yo no he hecho ningún mal!
— Tu mal es simplemente existir, y me ofendes viniendo a burlarte de mi propio horrible molde.
T'sain se echó a reír.
— ¿Horrible? No. Yo soy hermosa, porque Turjan así lo dice. En consecuencia, tú también eres hermosa.
El rostro de T'sais era como el mármol.
— Te estás burlando de ml.
— Nunca. Eres muy hermosa, de veras.
T'sais dejó caer la punta de su espada contra el suelo. Su rostro se relajó pensativamente.
— ¡Hermosa! ¿Qué es la hermosura? ¿Es posible que yo sea ciega, que exista un campo que distorsione mi visión? Dime, ¿cómo ve una la belleza?
— No lo sé -dijo T'sain-. Para mí me resulta muy fácil. ¿Acaso no es hermoso el juego de los colores en el cielo?
T'sais alzó sorprendida la vista.
— ¿Esos duros resplandores? Son rabiosos o temibles, y en cualquier caso detestables.
— Mira lo délicadas que son las flores, frágiles y encantadoras.
— Son parásitos, huelen horriblemente.
T'sain se mostró desconcertada.
— No sé cómo explicar la belleza. Parece como si tú no hallaras alegría en nada. ¿No existe realmente nada que te dé satisfacción?
— Solamente la muerte y la destrucción. Así que esto tiene que ser hermoso.
T'sain frunció el ceño.
— Yo los calificaría más bien de conceptos malignos.
— ¿Lo crees realmente así?
— Estoy segura de ello.
T'sais meditó.
— ¿Cómo puedo saber como actuar? Siempre he estado segura, ¡y ahora tú me dices que obro malignamente!
T'sain se alzó de hombros.
— He vivido poco, y no soy sabia. Sin embargo, sé que todo el mundo tiene derecho a la vida. Turjan podría explicártelo más fácilmente.
— ¿Quién es Turjan? -inquirió T'sais.
— Es un hombre muy bueno -respondió T'sain-, y lo quiero mucho. Pronto iremos a la Tierra, donde el cielo es enorme y profundo y de un color azul intenso.
— La Tierra... Si yo fuera a la Tierra, ¿podría encontrar también la belleza y el amor?
— Es posible, porque posees un cerebro que puede comprender la belleza, y una belleza propia con la que atraer el amor.
— Entonces no mataré más, independientemente de las perversidades que vea. Le pediré a Pandelume que me envíe a la Tierra.
T'sain avanzó un paso, rodeó con sus brazos a T'sais y la besó.
— Eres mi hermana y te amo.
El rostro de T'sais se heló. Rasga, clava, muerde, decía su cerebro, pero algo más profundo brotaba a través del flujo de su sangre, desde cada célula de su cuerpo, para inundarla en una repentina oleada de placer. Sonrió.
— Entonces..., yo también te quiero, hermana. No mataré más, y encontraré y descubriré la belleza en la Tierra o moriré.
T'sais montó en su caballo y partió hacia la Tierra, en busca de amor y belleza.

La tierra moribunda, Jack Vance

sub-realismo

El sub-realismo criollo no necesariamente tiene que ver con el surrealismo.
Como el pop latino no necesariamente tiene que ver con el arte pop.
Sub-realismo criollo es igual a surrealismo autodidacta, igual a usar la palabra expresionismo en el sentido de la necesidad de expresar fuertemente algo.
Obviedad. Adolescencia. Deseo y represión. Culpa.
Cierta rusticidad, cierta ignorancia.

Los muchachos de siempre conversando en la puerta del bar de la rotonda.
La curtiembre, el Tiro Federal, la parte de atrás del cementerio que se inunda cada vez que crece la laguna. La humedad. Lo gris de Santa Fe. El resentimiento que provocan los amores no correspondidos.
Además, valga la aclaración: La Argentina no es México.
La Argentina son unos pastizales al Sur, sin alambrados, con el gauchaje en pedo riéndose a carcajadas de chistes que nunca entendí.
Acá no vino ni Tina Modotti, ni Weston, ni William Borroughs, ni Trotsky fue amante de nadie.

Acá no vino nadie.

Caníbales patagónicos - el silencio de los inocentes

A principios del siglo XX casi cien inmigrantes árabes fueron víctimas de antropofagia. Los pormenores de un hecho histórico acallado.
Entre 1904 y 1909, unas cien personas que habían llegado a trabajar a la Argentina desde distintos países árabes fueron sucesivamente robadas, asesinadas y descuartizadas en los páramos del por entonces Territorio Nacional de Río Negro. Sus verdugos, a los que tal vez apresuradamente se calificó de "mapuches chilenos", no sólo guardaban restos de las víctimas "para hacer gualicho" sino que, además y en varias ocasiones, asaban partes de los cuerpos y las comían.
El país, en medio de los fastos del centenario, a los que se sumaba la refulgente navegación del Cometa Halley por el cielo nacional, no le dio difusión a estos hechos. Tanto la necesidad de atraer inmigrantes para habitar la Patagonia, como la excusa de defender "nuestra imagen cultural ante el mundo", hicieron que la estremecedora información fuese barrida bajo la alfombra. Pero algunos, entre los célebres visitantes de 1910, desconfiaban de que todo lo que brillaba fuese oro. Y Georges Clemenceau, en Buenos Aires, puso aquel sentimiento en palabras: "Esta gente está armando un gran escenario para vaya a saber qué comedia o qué tragedia".
Es posible que, naturales recelos, rechacen los detalles más ominosos del caso, de los que sólo se mencionan los necesarios.
La información de esta nota surgió en la soledad de la Línea Sur, durante dos charlas sucesivas con Elías Chucair (81), uno de los más emblemáticos escritores de Rio Negro, y vecino notable de Ingeniero Jacobacci, a 200 km de Bariloche. El autor del libro "Partidas sin regreso" ("De árabes en la Patagonia"), recibió a Noticias en su almacén de ramos generales, y habló de las 900 fojas que componen el sumario de cuatro cuerpos del Archivo de Justicia de Río Negro.
Los hechos de la Patagonia vinieron a coincidir con el canibalismo ritual, tal como fue descripto por la antropología y como lo imaginó Freud en "Tótem y tabú": los homicidas, comiéndolas, intentaron apropiarse de algunas características de sus víctimas. Y así lo ratificaron, entre otras, las declaraciones textuales del detenido Aniceto Fusimán, al reseñar uno de los crímenes: "... entonces descarnó a uno de los turcos e hizo asar un pedazo y dio de comer a varíos diciendo que era bueno para tener coraje".

Fragmento

Saltando a un mercancías que iba a Los Ángeles un mediodía de finales de septiembre, me instalé en un furgón y, tumbado con mi bolsa del ejército bajo la cabeza y las piernas cruzadas, contemplé las nubes mientras rodábamos hacia el norte, a SantaBárbara.
Era un tren de cercanías y yo planeaba dormir aquella noche en la playa de Santa Bárbara v a la mañana siguiente coger otro, de cercanías también, hasta San Luis Obispo, o si no el mercancías de primera clase directo a San Francisco de las diecinueve.
Cerca de Camarillo, donde Charlie Parker se había vuelto loco y recuperado la cordura, un viejo vagabundo delgado y bajo saltó a mi furgón cuando nos dirigíamos a una vía muerta para dejar paso a otro tren, y pareció sorprendido de verme. Se instaló en el otro extremo del furgón y se tumbó frente a mí, con la cabeza apoyada en su mísero hatillo, y no dijo nada.

LOS VAGABUNDOS DEL DHARMA, Jack Kerouac

Fragmento

Allí sí que… —Se interrumpió, riendo con aire lascivo—. Pero estoy chocheando. Supongo que querrá usted adecentarse un poco y visitar algo el lugar, ¿no? Luego podremos charlar. Lo único que quería era que supiera que estoy contento de la forma como la ha liquidado. Pero, en cierto sentido, voy a echarla de menos. Fornicaba con tanto arte…
El viejo tomó el maletín y arrastró al hombre sucio de sangre a través de las claras y espejeantes calles.
¿Usted quería que la mataran? —preguntó el hombre de 1888, incrédulo.
Naturalmente —asintió el viejo, sin que sus labios se movieran ni una sola vez—. De otro modo, ¿para qué le habría traído a Jack el Destripador?
«¡Oh, Dios mío!», pensó él. «¡Estoy en el Infierno, e inscrito con el nombre de Jack!»
No, no muchacho. No está en el infierno, en absoluto. Está en el futuro. El futuro para usted, el presente para mí. Viene usted de 1888 y está ahora en el… —Se interrumpió unos instantes, contando silenciosamente, como si tuviera que convertir manzanas en dólares, y luego prosiguió—. En el 3077. Es un mundo hermoso, no faltan las diversiones y nos sentimos felices de recibirle entre nosotros. Ahora venga. Vamos a limpiar un poco todo eso.

EL MERODEADOR EN LA CIUDAD AL BORDE DEL MUNDO, Harlan Ellison

Ovnis, muerte, Jorge Antonio y los misterios del Cerro Uritorco


Los supuestos avistajes de Ovnis y la ciudad que existiría en las entrañas del Cerro son parte de la leyenda conocida.
Pero el extraño cerro sirve como escenario de otro tipo de historias ocultas hasta hoy. Aquí el adelanto de una que habla de crimen, misterio y poder.

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