Fragmento

T'sain se volvió para marcharse, pero en aquel momento oyó el ominoso golpetear de unos cascos, acercándose como el destino. El caballo negro se detuvo ante ella. T'sain retrocedió en el umbral, mientras todas las advertencias de Turjan regresaban a su mente. Pero T'sais había desmontado y avanzaba, con la espada pronta. Cuando ya la alzaba para golpear, sus ojos se cruzaron, y T'sais se detuvo, estupefacta.
Era una visión capaz de excitar el cerebro: dos hermosas gemelas llevando los mismos pantalones blancos de cintura alta, con los mismos intensos ojos y pelo descuidado, los mismos cuerpos pálidos y flexibles, el rostro de una exhibiendo odio hacia cualquier átomo del universo, el de la otra una alegre exuberancia.
T'sais consiguió hablar.
— ¿Cómo es eso, bruja? Te pareces a mi, pero no eres yo. ¿O tal vez la locura me ha concedido al fin su don para filtrar mi visión del mundo?
T'sain agitó la cabeza.
— Soy T'sain. Tú eres mi gemela, T'sais, mi hermana. Por esto debo amarte y tú debes amarme a mí.
— ¿Amar? ¡Yo no amo a nada! Te mataré y así haré el mundo un poco mejor desembarazándolo de otro mal. -Alzó de nuevo su espada.
— ¡No! -gritó T'sain, angustiada-. ¿Por qué quieres hacerme daño? ¡Yo no he hecho ningún mal!
— Tu mal es simplemente existir, y me ofendes viniendo a burlarte de mi propio horrible molde.
T'sain se echó a reír.
— ¿Horrible? No. Yo soy hermosa, porque Turjan así lo dice. En consecuencia, tú también eres hermosa.
El rostro de T'sais era como el mármol.
— Te estás burlando de ml.
— Nunca. Eres muy hermosa, de veras.
T'sais dejó caer la punta de su espada contra el suelo. Su rostro se relajó pensativamente.
— ¡Hermosa! ¿Qué es la hermosura? ¿Es posible que yo sea ciega, que exista un campo que distorsione mi visión? Dime, ¿cómo ve una la belleza?
— No lo sé -dijo T'sain-. Para mí me resulta muy fácil. ¿Acaso no es hermoso el juego de los colores en el cielo?
T'sais alzó sorprendida la vista.
— ¿Esos duros resplandores? Son rabiosos o temibles, y en cualquier caso detestables.
— Mira lo délicadas que son las flores, frágiles y encantadoras.
— Son parásitos, huelen horriblemente.
T'sain se mostró desconcertada.
— No sé cómo explicar la belleza. Parece como si tú no hallaras alegría en nada. ¿No existe realmente nada que te dé satisfacción?
— Solamente la muerte y la destrucción. Así que esto tiene que ser hermoso.
T'sain frunció el ceño.
— Yo los calificaría más bien de conceptos malignos.
— ¿Lo crees realmente así?
— Estoy segura de ello.
T'sais meditó.
— ¿Cómo puedo saber como actuar? Siempre he estado segura, ¡y ahora tú me dices que obro malignamente!
T'sain se alzó de hombros.
— He vivido poco, y no soy sabia. Sin embargo, sé que todo el mundo tiene derecho a la vida. Turjan podría explicártelo más fácilmente.
— ¿Quién es Turjan? -inquirió T'sais.
— Es un hombre muy bueno -respondió T'sain-, y lo quiero mucho. Pronto iremos a la Tierra, donde el cielo es enorme y profundo y de un color azul intenso.
— La Tierra... Si yo fuera a la Tierra, ¿podría encontrar también la belleza y el amor?
— Es posible, porque posees un cerebro que puede comprender la belleza, y una belleza propia con la que atraer el amor.
— Entonces no mataré más, independientemente de las perversidades que vea. Le pediré a Pandelume que me envíe a la Tierra.
T'sain avanzó un paso, rodeó con sus brazos a T'sais y la besó.
— Eres mi hermana y te amo.
El rostro de T'sais se heló. Rasga, clava, muerde, decía su cerebro, pero algo más profundo brotaba a través del flujo de su sangre, desde cada célula de su cuerpo, para inundarla en una repentina oleada de placer. Sonrió.
— Entonces..., yo también te quiero, hermana. No mataré más, y encontraré y descubriré la belleza en la Tierra o moriré.
T'sais montó en su caballo y partió hacia la Tierra, en busca de amor y belleza.

La tierra moribunda, Jack Vance

2 comentarios:

BUDOKAN dijo...

Qué bonita historia de amor y qué personaje tan bien creado el de Tsain. Saludos!

Juans dijo...

Que linda utopía la de pensar que alguien con mente perversa pueda cambiar su parecer ante la fuerza de la palabra, la visión y la hermosura de la vida...
La clave está quizás en no dejer de soñar...