
Y a pesar de todo, del frío, la oscuridad, y esa irremediable lejanía (que lo condena a no ser más que un pálido y diminuto disco, aun para los grandes telescopios), Neptuno se reveló ante los ojos de la Voyager 2 como un planeta fascinante, envuelto por una atmósfera muy violenta y cambiante, con enormes tormentas circulares y ovaladas, y vientos de una furia sin igual en toda la comarca solar. Por si fuera poco, la legendaria nave de la NASA descubrió varios anillos –pálidos, pero anillos al fin– y algunos satélites hasta entonces desconocidos. Y hasta se dio el gusto de visitar Tritón, la “joya” de Neptuno, una súper luna extraordinaria, se la mire por donde se la mire.
Leer más...