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Pueblo chico, Sierra Grande

Las excursiones por el paraje patagónico Sierra Grande son ásperas y suelen terminar en prostíbulos o minas concesionadas por los chinos, los guías de turismo no abundan y el pueblo parece una maqueta estadounidense para realizar pruebas atómicas. Tierra de tehuelches que casi no están y donde hacer turismo es prácticamente una tarea imposible.

Acá en la Ruta 3, justo cuando el cartel marca el kilómetro 1265, pleno desierto de la Patagonia, los guías de turismo no abundan, pero por unas monedas Loquito Pitín te puede hacer un par de changas, llevarte los bolsos, comprarte puchos y escabio.

La medicina clásica diría que Pitín es idiota y aun así quienes lo conocen dicen que nomás es loco, ningún boludo, el exponente máximo de este cascoteado pueblo que alguna vez fue ciudad, bautizado Sierra Grande, lo que en tehuelche significa Vuta Mahuida.

Que Sierra Grande sea un pueblo condenado y hasta parezca maldito, abrasado por el sol, comido por viento, gobernado por el polvo y desquiciado por el hombre, no es razón para amedrentar a quienes rumbean para el sur en busca de no-turismo, y caen por estas latitudes (41º36”S -65º21”O), adonde la nafta empieza a valer la mitad de precio.

Conocer las maravillas ocultas que hay en las cercanías del pueblo puede ser alucinante, pero no esperes que Loquito Pitín te sirva de guía o te cuente las historias del lugar, que te hable sobre las chicas reducidas a servidumbre ni te advierta sobre los riesgos de ser sodomizado en alguna de las cinco whiskerías que hay sobre la ruta.

Nota completa.

Casamiento en Quilmes, nuestra Macondo

Todo comenzó con una llamada telefónica, en una noche lluviosa:
-Hola
-¡Hola ¿don Mostro? Habla el negro!
…negro tenés el…-¿Qué negro?
-¡El Loinoro! ¡¿Cómo anda?!
-¿Por qué gritás Loinoro? ¿Cómo andás?- Cuando nació Loinoro, la madre concurrió al Registro civil, donde una empleada digna de Antonio Gasalla, le preguntó por el nombre del niño. Como Atanasia Gandulfo, la ilustre progenitora, aún no había decidido el nombre, respondió con total sinceridad “Lo ignoro”. Y ahí le quedó el nombre. Hombre bueno y trabajador, sorprendentemente abstemio y monógamo, fanático de Boca Júnior.
-Ja, ja, siempre el mismo usté, don Mostro. Es que se casa el Estelífero, y quiere contar con su bendición, ¿vio?- Desde hace mucho tiempo no eran requeridos mis servicios. Como Supremo Profeta de la Sagrada Orden Goliciana, debo administrar los sacramentos golicianos(1) a quién me lo solicite.
-Bueno, Loinoro, un gusto ¿Y para cuando es el acontecimiento?
-Para el sábado 14 de abril, a las nueve, nueve y media; en la sociedad de fomento Primera Junta ¿sabe donde queda?- ¿Cómo olvidarlo? En el bajo, en la avenida homónima y Mozart, cerca de la salida de la autopista. Barrio bravo, donde el Padre Farinello desarrolló su estoica actividad social.
-Listo Loinoro, allí estaré. Decíle al Estelífero que llevo alguna cosita dulce.
El 14 de abril llovió todo el día, con lo cual el Bajo era un barrial. Recién paró a las seis de la tarde. Me bajo del tren, cruzo la estación y tomo el 257. Estamos llegando y nos pasa un Peugeot 505, perseguido por un móvil policial. Bala va, bala viene. El chofer del bondi se tira a un costado. Una cuadra más allá, debido seguramente al desconocimiento de la zona, el Peugeot se cae en una zanja. Ambos chorros son detenidos. “¡Atrevidos! Venir a afanar acá, habrase visto…”, les decían unos cazabobos(2) parados en la esquina.
Llego al salón más temprano y los encuentro en plena actividad organizativa. Los invitados son unos 120, con lo cual el número de asistentes rondará los 150. Como no hay heladera que aguante la cantidad de botellas necesarias, estas se hayan repartidas por todo el barrio. Este es un gesto solidario si los hay, guardar cerveza y vino en tu heladera y no tomarte ni una botella. Pronto se ven hombres y niños, a pie, en carro o en moto, trayendo el chupi y metiéndolo en diversos recipientes, toneles, tachos y hasta en una bañadera, con Rolitos(3).
Todo está dispuesto.
Con el tiempo justo, visto mis ropas sacerdotales(4) y me dirijo a la iglesia del “caracol”, llamada así por tener ese diseño, el cuál le valió amenazas fundamentalistas al pobre arquitecto. Muy bonita.
Me encuentro con el cura que gentilmente accedió a una ceremonia “bi-religiosa”. Nos ponemos de acuerdo en los detalles y damos inicio.
Los intrépidos contrayentes son María Juana Cartel y el Estelífero Juárez. No puedo menos que sonreír al pensar en “Señora María Juana Cartel de Juárez”.
Luego de la ceremonia (muy emotiva por cierto, ya que asistieron los 11 hijos de María, sus nietos y algunos de sus ex “maridos”), nos vamos todos, incluso el cura a la sociedad de fomento.
El presidente de la sociedad de fomento, Don Ladislao “Polaco” Wazcinsky se queda en la puerta como patovica, aunque no fue necesario.
Un grupo formado por el Ñoqui, la Betty, el Tochi, la Rubia, el Pachulo, yo y otros cuyos apodos no recuerdo, tratamos de organizar el caos y servir las mesas.

¡Que manera de chupar esta gente! No se como hacen para no caer de jeta al piso. Tal vez es que eliminan el alcohol durante la feroz actividad bailantera. Ni un lesionado, ni un volcado, cero riña, ningún acoso sexual. Realmente una maravilla.
Con las primeras luces del alba, retorno a Misterio, sano y salvo, agradablemente sorprendido por la solidaridad de los que menos tienen.


1 Los sacramentos golicianos son: bautismo, rito prenupcial, casorio, desfloramiento de vestales y enema goliciana.
2 los cazabobos son unos entusiastas muchachos que se aprovechan de los automovilistas desorientados.
3 Rolitos son cilindros de hielo. La bebida estaba constituida por cerveza “Diosa”, vino tetra “Manojo de uvas” y gaseosa “Bichi”, en sus tres sabores cola, naranja y lima-limón.
4 Camiseta azul de Quilmes, cofia de enfermera y zapatos de Fofó o Miliki.