Fragmento - Pequeño peón escarlata


Hull se ha trabado con el quicio del umbral y el saliente marco de la puerta de entrada. No es casual. A lo largo de la escalera y el pasillo ha hecho lo imposible por estorbar. Intenta zafarse, mete las piernas en rincones, tuerce el tronco. Inútilmente, pues le llevo treinta kilogramos de músculo y además me impulsa una rabia inmensa; sin embargo consigue irritarme sobremanera. Al punto que saco mi Steyr Cinco-Siete con la izquierda y apunto a su muslo.
 
Un disparo a la cabeza te matará sin dolor le advierto. Dos o tres al vientre o a un miembro, de momento sólo te debilita y mi trabajo es más fácil. Pero duele mucho.
 
Hull se queda petrificado por unos segundos, mirándome con espanto. Cuando escucha el primer clic en falso del disparador se echa a llorar. Pero al menos se afloja, ya es una carga fácil y de un tirón lo meto en el pasillo de entrada al recinto.
 
Entonces mi superior inmediato, el capitán Preczik, intenta convencerme de que en el caso Hull se impone un trato específico por razones de bien general. Estamos los dos solos en su despacho. Él se levanta tras su buró, lo rodea para venir hasta mí y me pone un brazo paternal sobre los hombros, en esa forma afablemente dominante de los hombres muy grandes y de voz estentórea.
 
Hortah, debe entender me dice. Hull no es cualquier hijo de vecino… esa mente suya tiene mucho que dar, no sé si me explico. Hay que castigarlo, pero no podemos tirar ese maravilloso cerebro a la morgue, por más que sea lo correcto y legal.
 
Yo aprieto los puños y me afirmo en el lugar, negado a caminar según me empuja el brazo de Preczik tendido sobre mis hombros, en dirección a la ventana que nos ofrece una espléndida vista de Arcoiris. El centro de HiperViena parece hecho a la idea que Dios tendría de una ciudad y cualquiera creería que su grandiosidad no tiene espacio para miserias ni iniquidades. Sin embargo, en algún lugar de esta inmensa ciudad desplegada frente a nosotros está Hull, un tramposo y asesino, esperándome. Quizás solo en una habitación oscura, quizás rodeado por el silencio incómodo de personas que no se acercan a expresarle simpatía pero tampoco tienen el coraje moral de condenarlo hasta las últimas consecuencias. No puede huir, porque tiene un neutralizador colgado al cuello, y agoniza en la duda. ¿Lo llevaré arrestado al Palacio de Justicia, a que otros determinen su castigo, o haré uso de mi derecho oficial a matarlo como al asesino de un policía que es?
 
En cualquier caso, Hull sigue vivo allá fuera, en algún sitio de esta Viena que por su causa ya no puedo mirar como antes, y Mohacsy está muerto.
 
He hablado con mucha gente que apreciaba a Mohacsy prosigue Preczik, y todos son de la opinión de que no les gustaría una venganza irracional, mucho menos si a la larga perjudica al país. Sí, así es como ve las cosas la gente que lo quería.
 
Pequeño peón escarlata, Juan Pablo Noroña Lamas

Fragmento - EL VIAJE DEL BEAGLE ESPACIAL

Coeurl merodeaba sin pausa. La noche oscura, sin luna, casi sin estrellas, se resistía ante el alba rojiza y lúgubre que se arrastraba por la izquierda. Era una luz vaga que no daba ninguna sensación de calor. Poco a poco, esa luz fue mostrando un paisaje de pesadilla.
Alrededor de Coeurl cobraron forma unas piedras negras, melladas, y una llanura negra y sin vida. Por encima del horizonte grotesco miraba un sol rojo pálido. Unos dedos de luz hurgaban entre las sombras y aún no había rastros de la familia de criaturas de id que llevaba siguiendo casi cien días.
Finalmente se detuvo, enfriado por la realidad. Sus enormes patas delanteras se sacudieron con un movimiento que arqueó cada afilada garra. Los gruesos tentáculos que le salían de los hombros ondularon, tensos. Torció la voluminosa cabeza de gato a un lado ya otro, mientras los zarcillos parecidos a pelos que formaban cada oreja vibraron frenéticamente, probando cada brisa, cada latido en el éter.
No hubo respuesta. No sentía ningún cosquilleo en el complejo sistema nervioso. No había ningún indicio de la presencia de las criaturas de id, su única fuente de alimento en ese planeta desolado. Desesperado, Coeurl se agazapó, una enorme figura felina recortada contra la línea débil y rojiza del horizonte, como un deforme grabado de un tigre negro en un mundo sombrío. Lo que más lo mortificaba era que había perdido el contacto con ellas. Tenía un equipo sensorial que normalmente podía detectar id orgánico a kilómetros de distancia. Admitía que él ya no era normal. Su repentina imposibilidad de mantener aquel contacto indicaba una crisis física. Era la enfermedad mortal de la que había oído hablar. Siete veces en el último siglo había encontrado coeurls demasiado débiles para moverse, con los cuerpos normalmente inmortales consumidos y condenados por la falta de alimento. Entonces, con avidez, les había aplastado los cuerpos entregados y les había sacado todo el id que aún los mantenía con vida.
Coeurl se estremeció de entusiasmo recordando esas comidas. Entonces lanzó un gruñido audible, un sonido desafiante que vibró en el aire y sonó y resonó entre las piedras mientras le recorría los nervios de la espalda. Era una expresión instintiva de su voluntad de vivir.
Y de repente se puso tieso. Por encima del lejano horizonte vio un punto diminuto que brillaba. El punto se acercó. Creció rápidamente y fue una enorme pelota de metal que se transformó en una nave gigantesca y redonda. El inmenso globo, brillante como plata bruñida, pasó silbando por encima de Coeurl, reduciendo la velocidad de manera visible. Se alejó sobre unas negras colinas que había por la derecha, flotó casi inmóvil durante un segundo y después descendió perdiéndose de vista.
Coeurl salió disparado de su asustada inmovilidad. Con velocidad felina, bajó corriendo entre las piedras. En sus ojos redondos y negros ardía un deseo desesperado. Los zarcillos de las orejas, a pesar de la falta de energías, vibraron recibiendo un mensaje de id en tales cantidades que las punzadas de hambre hicieron que le doliera el cuerpo.
El sol distante, ahora tirando a rosa, estaba alto en el cielo púrpura y negro cuando Coeurl se arrastro saliendo de entre unas piedras y miró desde las sombras las ruinas de la ciudad que se extendía allá abajo. La nave plateada, a pesar de su tamaño, parecía pequeña ante la enorme extensión de la ciudad desmoronada y desierta. Pero alrededor de la nave había una sensación de vida contenida, una inactividad dinámica que, después de un rato, empezó a destacarse, dominando el primer plano. La nave descansaba en una cuna hecha por su propio peso en la llanura rocosa y resistente que empezaba bruscamente en las afueras de la metrópoli muerta.
Coeurl observó a los dos seres bípedos que habían salido del interior de la nave. Andaban cerca del pie de una escalera mecánica que habían hecho descender desde una abertura brillantemente iluminada a unos treinta metros por encima del suelo. La necesidad perentoria engrosó la garganta de Coeurl. El impulso de salir corriendo y aplastar a esas criaturas de aspecto endeble le oscurecía el cerebro.
Unos jirones de recuerdo detuvieron ese impulso cuando todavía no era más que electricidad corriéndole por los músculos. Era un recuerdo del pasado distante de su propia raza, de máquinas que podían destruir, de energías más potentes que todas las
fuerzas de su propio cuerpo. El recuerdo enveneno los depósitos de su fortaleza. Tuvo tiempo de ver que los seres llevaban algo puesto encima de sus cuerpos verdaderos, un material brillante y transparente que relucía y destellaba bajo los rayos del sol. La astucia permitió a Coeurl entender la presencia de aquellas criaturas. Aquello, razonó por primera vez, era una expedición científica que venía de otra estrella. Los científicos investigarían y no destruirían. Los científicos se abstendrían de matarlo si no los atacaba. Los científicos, a su manera, eran tontos. Envalentonado por el hambre, salió del escondite. Vio que las criaturas advertían su presencia. Se volvían hacia él y miraban. Las tres que estaban más cerca de él regresaron despacio hacia grupos más grandes. Un individuo, el más pequeño de su grupo, sacó una barra opaca de metal de una funda que llevaba en el costado del cuerpo y la sostuvo con tranquilidad en una mano. Ese acto alarmó a Coeurl, que sin
embargo siguió corriendo. Era demasiado tarde para volver. Elliott Grosvenor se quedó donde estaba, detrás de todo, cerca de la escalera. Se estaba acostumbrando a quedarse en segundo plano. Como único nexialista a bordo del Beagle Espacial, durante meses había sido ignorado por especialistas que no entendían bien qué era un nexialista ya los que tampoco les importaba demasiado. Grosvenor tenía planes para rectificar eso. Hasta el momento no se había presentado la oportunidad. El comunicador que llevaba en la cabeza del traje espacial se activó de repente. Por él se oyó la suave risa de un hombre
que dijo:
- Yo, personalmente, no me voy a arriesgar con algo tan grande.
Grosvenor reconoció la voz de Gregory Kent, director del departamento de química.
Hombre de poca estatura, Kent tenía gran personalidad. En la nave contaba con numerosos amigos y partidarios, y ya había anunciado su candidatura a director de la expedición para las siguientes elecciones. De todos los hombres que estaban ante el
monstruo que se iba acercando, Kent era el único que había sacado un arma. Ahora acariciaba el largo y delgado instrumento de metalita.
Se oyó otra voz. El tono era más grave y más relajado. Grosvenor reconoció que era la voz de Hal Morton, director de la expedición.
- Ésa es una de las razones por la que está en este viaje - dijo Morton -. Porque deja muy pocas cosas libradas al azar.
Grosvenor vio que Morton se adelantaba, colocándose un poco por delante de los demás. Su cuerpo fuerte se destacaba, enfundado en el traje transparente de metalita.
Desde aquella posición, el director miró cómo se acercaba la bestia felina por la llanura de piedras negras. Los comentarios de otros jefes de departamento golpetearon en las orejas de Grosvenor a través del comunicador.
- No me gustaría nada encontrarme con esa criatura en un callejón una noche oscura.
- No diga tonterías. Es obvio que se trata de un ser inteligente. Quizá un miembro de la raza dominante.
- Su desarrollo físico - dijo una voz que Grosvenor identificó como perteneciente a Siedel, el psicólogo - sugiere una adaptación de tipo animal a su medio ambiente. Por otra parte, venir hacia nosotros como lo está haciendo no es el acto de un animal sino de un ser inteligente que sabe de nuestra inteligencia. Ustedes pueden advertir lo agarrotados que son sus movimientos. Eso denota cautela y conciencia de nuestras armas. Me gustaría observar bien las terminaciones de esos tentáculos de los hombros. Si consisten en apéndices, manos o ventosas, podemos empezar a suponer que desciende de los
habitantes de esta ciudad. - Hizo una pausa -. Sería muy útil establecer comunicación con él. Pero a simple vista yo diría que ha degenerado hasta un estado primitivo.
Coeurl se detuvo cuando aún estaba a tres metros de los seres más cercanos. La necesidad de id amenazaba con abrumarlo. Su cerebro flotó hasta el feroz filo del caos, donde le costó un terrible esfuerzo detenerse. Sentía como si tuviera el cuerpo bañado por un líquido fundido. La visión era cada vez más borrosa.
La mayoría de los hombres se acercaron. Coeurl vio que lo estaban examinando con franca curiosidad. Movían los labios dentro de los cascos transparentes que llevaban puestos. Su forma de intercomunicación - suponía que era eso lo que sentía - le llegaba en una frecuencia que estaba dentro de su capacidad de recepción. Los mensajes eran ininteligibles. En un esfuerzo por parecer amistoso, transmitió su nombre desde los zarcillos de las orejas, señalándose al mismo tiempo con un tentáculo.
Una voz que Grosvenor no reconoció dijo arrastrando las palabras:
- Morton, cuando movió esos pelos oí una especie de estática en mi radio. ¿Cree usted que...?
El uso por parte de Morton del nombre de quien había hablado, lo identificó. Gourlay, jefe de comunicaciones. Grosvenor, que estaba grabando la conversación, se alegró. La llegada de la bestia quizá le permitiría obtener grabaciones de todos los hombres importantes que iban abordo de la nave. Era algo que trataba de hacer desde el principio.
- Ah - dijo Siedel, el psicólogo -, los tentáculos terminan en ventosas. Si el sistema nervioso es suficientemente complejo podría, con la necesaria capacitación, manejar cualquier máquina.
- Creo que lo más conveniente es que entremos en la nave y comamos - dijo el director Morton -. Después nos pondremos a trabajar. Quiero que se haga un estudio sobre el desarrollo científico de esta raza, sobre todo qué fue lo que la destruyó. En la Tierra, al principio, antes de que hubiese una civilización galáctica, las diversas culturas alcanzaban la cima y después se desmoronaban. Del polvo siempre brotaba una nueva. ¿Por qué no sucedió lo mismo aquí? A cada departamento se le asignará un campo especial de investigación.
- ¿Y el gatito? - dijo alguien -. Me parece que quiere venir con nosotros.
Morton se rió entre dientes.


EL VIAJE DEL BEAGLE ESPACIAL, A. E. Van Vogt

Dudoso suceso

El joven rascó la punta de su nariz, arrancando un pedazo de duda endurecida. La miró un rato con aire distraído, sopesándola en el hueco de su palma para luego arrojarla sobre la vereda y alejarse, visiblemente más liviano.

El pequeño fragmento quedó oscilando en el borde del cordón de la vereda, de donde lo recogió una paloma que lo confundió con una miga de pan duro.

Levantó vuelo, llevándolo en su pico hasta una terraza donde casi choca con un gato negro que la obligó a soltarlo. Pudo escapar, rauda y veloz.

El gato jugó un rato con el vestigio de duda, haciéndolo rodar por el asfalto hasta que se enganchó en una de sus uñas. El felino se incorporó y se lanzó escaleras abajo con ojos preocupados.

Un perro lo interceptó en una esquina y comenzó a ladrarle divertido. El gato, con un zarpazo amenazante, perdió el trozo de duda y volvió a su terraza a desperezarse al sol.

El perro olfateó el objeto, extraño a sus ojos perrunos, enredándolo en sus bigotes desprevenidos. Al instante se echó a correr enloquecido durante largas, interminables cuadras. Se escabulló en un patio trasero, bebió desesperado del agua de la piscina y volvió a las calles moviendo la cola.

La porción de duda se diluyó en el agua verdosa y calma sin demasiado espamento.

Horas más tarde, el joven salió al jardín trasero a regar el pasto. Despreocupado y un tanto incauto tropezó con la manguera, precipitándose en las profundidades de la piscina.

Por algún extraño artificio del destino, no pudo mantenerse a flote y halló la muerte en el verdoso fondo, ahogado sin remedio en su propia duda. Mientras, un lento y silencioso grupo de certezas se amontonaba en el borde de la pileta a observarlo con morbosa curiosidad.

DUDOSO SUCESO, Natalia Andrea Cáceres

Diez grandes películas sobre zombis

  1. La noche de los muertos vivos (1968)
  2. El amanecer de los muertos (1978)
  3. El amanecer de los muertos (2004)
  4. Muertos de miedo o Braindead (1992)
  5. El regreso de los muertos vivos (1985)
  6. Muertos de risa (2004)
  7. Zombie: Noche de pánico (1979)
  8. Dead Snow (2009) ¡Zombis nazis!
  9. Shock Waves (1977)
  10. White Zombie (1932)

Vi todas menos Shock Waves y Zombie: Noche de pánico.  Yo agregaría a la argentina Plaga Zombie, Zombie Strippers! (2008) y Stacy: Attack of the Schoolgirl Zombies - 2001.

Nota completa

Fragmento - El convoy

Si no has vivido una batalla en medio del espacio,puedes imaginarla como las luces de una fiesta parpadeando en la oscuridad. Artillería que avanza en apretadas falanges, haces de partículas cruzando la oscuridad y naves que reflejan a cada impacto el arco iris en un gigantesco espectáculo de burbujas de colores.
Si navegas con escudo activado, mas allá de su horizonte, la realidad sólo será una ilusión, ondas de probabilidad y datos estimados. Si estás al mando de una flotilla, enfrentado a un despliegue enemigo completo y con tus piezas durmiendo en sus cunas, la fiesta la disfrutaran otros, tú rogarás para que el escudo aguante y en esas, los ruegos no sirven de
nada.
—Estabilidad del escudo al quince por ciento.
Tiempo para el colapso: dos minutos, treinta segundos.
—Inmersión en dos minutos, veinticinco segundos.
El panel táctico decía con puntitos verdes que nuestras naves aguantaban. A saber.
—Colapso en veinticinco segundos, veinticuatro,veintitrés..,
—Inmersión en diecinueve, dieciocho, diecisiete.
Ambos sistemas solaparon sus cuentas. Las alarmas saltaron y los trajes entraron en modo autónomo
enmascarando el miedo de mis hombres tras la coraza de noofibra endurecida.
—Diez, nueve.
—Acumuladores SD cargados.
—Tres, dos.
—¡Activando burbuja!
—Uno.
—¡Inmersión!
Las ráfagas enemigas atravesaron el vacío donde una milésima de segundo antes estaba nuestro
acorazado. La sirena cesó, la luz recobró su intensidad habitual y los uniformes volvieron al
modo de faena dejando paso a una bonita colección de rostros demudados. Tres cuartas partes de los
indicadores biomédicos danzaban sin control.
—Informe de daños —pregunté con calma.
—Todos los sistemas en funcionamiento óptimo.
—¿Estimación de bajas?
—Entre uno y dos destructores y ningún carguero.
El escudo había aguantado hasta el final. Seguíamos enteros porque la distancia en superficie había sido inusualmente corta.
Pura suerte. No quedaba mucho más que hacer allí.
—Sanmartín, tome el mando —ordené a mi segundo.
—A la orden, almirante —Contestó hosco. Le devolví una mirada fría y abandoné el puente.
Un grupo enemigo desplegado a una inmersión de Beta. Lo que mas temía, lo que el Cabrón de Héctor sabía y se negaba a aceptar.

El convoy, Jacinto Muñoz Vivas

¡Vacaciones en Marte!

¿Vacaciones en Marte a corto plazo? Así lo asegura el CEO de la compañía privada aeroespacial SpaceX en una reciente entrevista con The Wall Street Journal indicando que si se cumplen las previsiones de la compañía “y todo va bien” un humano pisará Marte en diez años (esto ya lo escuché antes).

Una compañía fundada en 2002 por Musk que crece a pasos agigantados gracias al patrimonio de su fundador y a golpe de talonario de la NASA aumentado contratos tras el próximo desmantelamiento del programa de transbordadores espaciales que externalizará servicios hacia compañías como SpaceX.
Compañía que desarrolla sistemas de lanzamiento como el Falcon I para poner en órbita satélites de tamaño mediano o el Falcon Heavy, el cohete más poderoso del mundo capaz de poner en órbita cualquier tipo de satélites o naves espaciales de hasta 53.000 toneladas, el doble de peso de los propios transbordadores espaciales Shuttle de la NASA.
Este Falcon Heavy efectuará su primer vuelo de demostración a finales de 2012 y además de los vuelos de carga a la Estación Espacial Internacional u otros, será el encargado de llevar al espacio la cápsula Dragon. Un modelo ya probado con éxito en una misión no-tripulada con el que SpaceX entrará en la industria del vuelo comercial tripulado poniendo a un hombre en el espacio en los próximos tres años.
Más allá y sobre la base tecnológica adquirida, el ambicioso Musk asegura que su empresa tendrá capacidad para poner un hombre en Marte “en diez años en el mejor de los casos… en el peor de los casos será en 15 o 20 años”, estima. Una vueltecita por el planeta rojo, todo un sueño del ser humano que se verá cumplido aunque no sabemos si en los plazos que marca el atrevido CEO de SpaceX.

LA PRIMERA KAJIRA

El fuego adormecía a los hombres de la partida de caza, que reunidos a su alrededor, esperaban el amanecer para dar comienzo a la cacería. Faltaba apenas un ahn para que la luz, despertara sus entumidos cuerpos y los pusiera prestos tras el rastro de la presa. Bebían algo caliente y esperaban. Rompiendo el silencio del momento, uno de los hombres, quizás el mas despierto del grupo, intentó animar a sus compañeros, pidiéndole al tarsman que los acompañaba, un relato. Tenía fama de buen narrador y en muchas ocasiones sus historias los habían mantenido despiertos en noches de vigilia forzada.
-"¡Eh, tarsman! Danos algo en que pensar, hombre. ¡Cuéntanos una historia!

El tarsman dejó de mirar la danza de las llamas en la hoguera y negó con la cabeza. No era el momento, no era la hora. Pero todos los hombres a coro, comenzaron a increparle su negativa, y amenazaron entre bromas, con dejarlo solo delante de la bestia, si acaso lograban encontrarla. No tuvo más remedio que sacudirse la somnolencia y dando un largo trago a su bebida, hablo…

"Hace ya mucho tiempo, en la creación de Gor, no había Amos ni esclavas. Los hombres y mujeres eran libres e iguales, y formaban parejas para vivir en las aldeas. Las grandes ciudades, los grandes puertos, no existían. Era la primera época de Gor, así que nuestra protagonista, llevará nombre de libre, pues libre era cuando se desarrollo la historia. Se llamaba Khajeera. Vivía con su hombre en una pequeña aldea, llamada Ampakur. Algunos dicen que se emplazaba al norte de Ko-ro-ba. Otros que jamás existió. Eso ya no importa. El nombre de el, se ha perdido en el tiempo. Ella cuidaba de la choza donde ambos vivían. El, cazaba, trabajaba el campo y cuidaba de sus posesiones. Eran tiempos de escasez y hambre, pues las bestias solo podían ser cazadas por grandes grupos de hombres, y las luchas con otras aldeas, por recursos, eran frecuentes y sangrientas. No existía el comercio entre aldeas. Ocurrió que la aldea vecina comenzó a ser hostil con Ampakur. Había incursiones nocturnas, robos y asesinatos. Los hombres de Ampakur, menos y peor pertrechados para la guerra, decidieron defenderse. Todos sabían de su debilidad en el combate, pero aun así, afrontaron valientemente la batalla. Las mujeres de la aldea mostraban su tristeza por saber, que muchos de ellos no volverían. En la soledad de su choza, Khajeera y su hombre se besaban, tristes por los
acontecimientos. Sus lágrimas se mezclaban y sus abrazos eran tan fuertes, como los que un árbol da a la tierra que lo alimenta. El, en un intento por mantener su presencia en la casa, grabó con el filo de su espada, su nombre en una de las losas de pizarra del suelo. Dicen que así nació, la piedra del hogar. Ella, se desnudó
ante el por ultima vez, y se arrodilló, hermosamente, tomando una de las tiras de cuero de las sandalias de su hombre. Con gestos precisos, y usando la punta de una daga, grabó el nombre de su amado en el trozo de cuero, y luego, lo anudó a su cuello. Todo el mundo sabría así, que ella jamás lo olvidaría y que su nombre estaría siempre pegado a su piel. Desnuda, y con el collar de cuero en su cuello, despidió a su amado a la puerta de la choza. Las mujeres de la aldea la vieron poner su mano derecha delante de sus ojos, para no ver la partida de su ser amado.

Jamás volvió a saberse nada de el. Los que regresaron del combate, no supieron decir que ocurrió. Su cuerpo jamás fue encontrado. Ella, cada amanecer, esperaba en la puerta de su choza, arrodillada, ataviada con su viejo collar de cuero. Miraba hacia la entrada de la aldea y entonaba canciones. Dicen que su hermosura era tal, que las mujeres de la aldea comenzaron a imitarla. Llevaron collares de cuero, con los nombres de sus parejas grabados en ellos, y comenzaban a servir a sus parejas, con los dulces modos que Khajeera empleaba en la espera de su amado. Ella cantaba para el, en las tardes y acariciaba el collar, hasta quedar dormida. Nadie sabe que paso después. Pero la paciencia y hermosura de Khajeera, perduran hasta hoy."

El tarsman levantó la vista, y miro a sus compañeros. Todos ellos tenían un recuerdo en sus miradas. El recuerdo de sus kajiras, esperándolos en el hogar. El tarsman sonrió y se levantó, desperezándose. Un día que comienza con el recuerdo de una kajira, es un magnífico día. En el bosque cercano, los animales saludaban la luz del sol.

Rask, Tarnsman de Treve

Fragmento - Razas Del Futuro

La nave de Tierra pasó tan velozmente por delante del Sol sin planetas Gisser, que los timbres de alarma de la estación meteorológica del aerolito no tuvieron tiempo de reaccionar. La gran nave era ya visible como una raya de luz en la pantalla de observación cuando Watcher se dio cuenta de ello. Los timbres de alarma debieron ser accionados también en la nave porque el brillante punto movedizo moderó visiblemente su velocidad y, frenando, describió un ancho círculo. Ahora iba alejándose lentamente, tratando sin duda de localizar el pequeño objeto que había afectado sus pantallas de energía.
Al entrar dentro del campo visual apareció vasto en el resplandor del lejano sol blanco-amarillento, mayor de todo lo hasta entonces visto por los Cincuenta Soles. Parecía una nave infernal que saliese del remoto espacio, un monstruo de un mundo semimítico, reconocible —si bien un nuevo modelo— por las descripciones de los libros de historia como una nave de guerra de la Imperial Tierra. Las advertencias de la historia de lo que podía ocurrir algún día habían sido horrendas... y allí estaba.
Watcher sabía su deber. Aquello era una advertencia, la desde tanto tiempo temida advertencia, que mandar a los Cincuenta Soles por radio subespacial no dirigida; y tenía que asegurarse de que no quedase en la estación indicación alguna. Mientras los motores atómicos sobrecargados se disolvían, la maciza construcción que había sido una estación meteorológica se descomponía en sus elementos constructivos.
Watcher no hizo el menor intento por salvarse. Su cerebro, a sabiendas, no debía ser influenciado. Sintió un breve y cegador espasmo doloroso en el momento en que la energía lo redujo a átomos.
Lady Gloria Laurr, Gran Capitán de la nave espacial Constelación, no se tomó la molestia de acompañar la expedición que aterrizó en el aerolito. Pero la siguió con concentrado interés a través de la astroplaca. Desde el primer momento en que los rayos detectores mostraron una figura humana en la estación meteorológica —una estación meteorológica allá fuera— comprendió la extraordinaria importancia del descubrimiento. Su mente saltó en el acto a las diversas posibilidades.
Estaciones meteorológicas significan viajes interestelares. Seres humanos significan origen Tierra. Imaginó cómo podía haber ocurrido; una expedición realizada desde largo tiempo; debía ser desde hacía largo tiempo, porque hoy tenían naves interestelares y esto significaba considerables poblaciones de muchos planetas. «Su majestad —pensó— estaría complacida».
También ella lo estaba. En un arranque de generosidad llamó a la sala de energía.
—Tu rápida operación de incluir todo el aerolito en una esfera de energía protectora será recompensada, Capitán Glone —dijo con calor.
El hombre cuya imagen aparecía en la astroplaca se inclinó.
—Gracias, noble dama. Creo que hemos salvado los componentes atómicos y electrónicos de toda la estación. Desgraciadamente, debido a la interferencia con la energía atómica de la estación, tengo entendido que el Departamento Fotográfico no consiguió obtener claras imágenes.
—El hombre será suficiente —dijo la mujer sonriendo—, y esto es una matriz para lo cual no necesitamos imágenes. —Cortó la comunicación, siempre sonriendo, y volvió su mirada a la escena del aerolito.
Mientras contemplaba la energía y la materia absorberse en su radiante glotonería, pensó: «Ha habido varias tormentas en el mapa de esta estación meteorológica». Las había visto en el rayo escrutador; y una de las tormentas había sido considerable. Su gran nave no podía arriesgarse a avanzar muy rápidamente mientras la localización de la tormenta fuese dudosa.

Razas Del Futuro, Alfred Van Vogt