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Fragmento - LAS BRIGADAS FANTASMA

--Eh, ¿puedo hacerte una pregunta? --le dijo Cloud a Jared, después de que empezaran a descender hacia Fénix.
Jared consideró la pregunta y la ambigüedad de su estructura, que permitía múltiples interpretaciones. En un sentido, Cloud había contestado a su pregunta al preguntarla: era claramente capaz de hacerle a Jared una pregunta. El CerebroAmigo de Jared sugirió, y Jared estuvo de acuerdo, en que ésta no era probablemente la interpretación correcta a la pregunta. Presumiblemente Cloud sabía que era capaz de hacer preguntas, y si antes no lo sabía, lo sabría ahora. Mientras el CerebroAmigo de Jared desplegaba y clasificaba interpretaciones adicionales, Jared esperó poder llegar algún día a la interpretación correcta de las frases sin tener que hacer despliegues interminables. Llevaba vivo poco más de una hora y ya era agotador.
Jared consideró sus opciones y, tras un período de tiempo que a él se le antojó largo pero pareció imperceptible para el piloto, aventuró la respuesta que parecía más adecuada al contexto.

--Sí --dijo.
--Eres de las Fuerzas Especiales, ¿verdad? --preguntó Cloud.
--Sí.
--¿Qué edad tienes?
--¿Ahora mismo? --preguntó Jared.
--Claro --respondió Cloud.
El CerebroAmigo de Jared le informó que tenía un cronómetro interno; accedió a él.
--Setenta y uno --dijo.
Cloud lo miró.
--¿Setenta y un años? Entonces eres un poco viejo para las Fuerzas Especiales, por lo que me han dicho.
--No. Setenta y un años, no --dijo Jared--. Setenta y un minutos.
--No jodas --dijo Cloud.
Esto requirió otro rápido momento de opciones interpretativas.
--No jodo --respondió Jared por fin.
--Coño, eso sí que es raro --dijo Cloud.
--¿Por qué?
Cloud abrió la boca, la cerró, y miró a Jared.
--Bueno, no tienes por qué saberlo --dijo--. Pero a la mayoría de la humanidad le parecería un poco raro tener una conversación con alguien que tiene poco más de una hora de edad. Demonios, ni siquiera estabas vivo cuando empecé aquella partida de póquer hace un rato. A tu edad la mayoría de los humanos apenas saben respirar y cagar.
Jared consultó su CerebroAmigo.
--Estoy haciendo una de esas cosas ahora --dijo.
Esto provocó un ruido divertido por parte de Cloud.
--Es la primera vez que oigo a uno de vosotros hacer un chiste.
Jared lo consideró.
--No es un chiste --dijo--. Es verdad que estoy haciendo una de esas cosas ahora mismo.
--Sinceramente, espero que sea respirar.
--Lo es.
--Entonces está bien --dijo Cloud, y volvió a reírse--. Durante un momento, creí haber descubierto a un soldado de las Fuerzas Especiales con sentido del humor.
--Lo siento --dijo Jared.
--No lo sientas, por el amor de Dios --dijo Cloud--. Apenas tienes una hora de edad. Hay gente que vive hasta los cien años sin desarrollar el sentido del humor. Una ex esposa mía se pasó la mayor parte de nuestro matrimonio sin sonreír siquiera. Al menos tú tienes la excusa de que acabas de nacer. Ella no tenía excusa alguna.
Jared reflexionó sobre eso.
--Tal vez no eras gracioso.
--¿Ves? --dijo Cloud--. Ahora estás haciendo chistes. Así que de verdad tienes setenta y un minutos de edad.
--Ahora setenta y tres.
--¿Cómo te va?
--¿Cómo me va qué?
--Esto --dijo Cloud, e hizo un gesto a su alrededor--. La vida. El universo. Todo.
--Es solitario --dijo Jared.
--Ja. No has tardado mucho en darte cuenta.
--¿Por qué crees que los soldados de las Fuerzas Especiales no tienen sentido del humor? --preguntó Jared.
--Bueno, no quiero sugerir que sea imposible. Pero es que nunca lo he visto. Fíjate en tu amiga allá, en la Estación Fénix. La bella miss Curie. Llevo un año intentando hacerla reír. La veo siempre que tengo que transportar a un puñado de vosotros al Campamento Carson. Hasta ahora, no ha habido suerte. Y tal vez sea sólo ella, pero de vez en cuando trato de hacer reír a los soldados de las Fuerzas Especiales que transporto a la superficie o traigo de vuelta. Hasta ahora, nada.
--Quizá sea verdad que no eres gracioso --volvió a sugerir Jared.
--Otra vez sigues con los chistes --dijo Cloud--. No, pensé que podría ser eso. Pero no tengo ningún problema para hacer reír a los soldados corrientes, o al menos a algunos de ellos. Los soldados corrientes no tienen mucho contacto con vosotros los de las Fuerzas Especiales, pero los que sí lo tenemos estamos todos de acuerdo en que no tenéis sentido del humor. Lo único que se nos ocurre se debe a que nacéis ya crecidos, y desarrollar el sentido del humor requiere tiempo y práctica.
--Cuéntame un chiste --dijo Jared.

LAS BRIGADAS FANTASMA, John Scalzi

Fragmento

El impacto desintegró la roca y una modesta parte de la llanura, excavando un cráter igualmente modesto. La llanura rocosa, que se extendía durante una distancia importante por encima y por debajo de la superficie del planeta, resonó por el impacto como una campana, cuyas notas repicaron varias octavas por debajo de la gama auditiva de la mayoría de las especies inteligentes conocidas.
El suelo tembló.
Y en la distancia, bajo la superficie del planeta, alguien finalmente reparó en la roca.
--Temblor --dijo Sharan. No levantó la cabeza de su monitor.
Varios momentos más tarde, se produjo otro temblor.
--Temblor --dijo Sharan.
Ante su propio monitor, Cainen miró a su ayudante.
--¿Piensas decir eso cada vez que pase? --preguntó.
--Quiero mantenerte informado de los acontecimientos a medida que ocurran --respondió Sharan.
--Agradezco tu intención --dijo Cainen--, pero no tienes que mencionarlo todas y cada una de las veces. Soy científico. Comprendo que cuando el suelo se mueve estamos experimentando un terremoto. Tu primera declaración fue útil. Pero a la quinta o sexta vez, se vuelve monótono.
Otro rumor.
--Temblor --dijo Sharan--. Es el séptimo. De todas formas, no eres tectónico. Eso queda fuera de tus muchos campos de experiencia.
A pesar de la típica seriedad de Sharan, era difícil no advertir el sarcasmo.
Si Cainen no se hubiera estado acostando con su ayudante, podría haberse sentido irritado. Tal como estaban las cosas, se permitió sentirse tolerantemente divertido.
--No recuerdo que tú seas especialista tectónica.
--Es un hobby --dijo Sharan.
Cainen abrió la boca para responder y entonces el terreno se alzó súbita y violentamente para encontrarse con él. Tardó un momento en comprender que no era el suelo el que había saltado hacia él, sino que él mismo se había precipitado al suelo. Ahora se hallaba despatarrado sobre las losas, junto con la mitad de los objetos que antes estaban colocados en su puesto de trabajo. El taburete de Cainen yacía volcado a su derecha, todavía estremeciéndose por la sacudida.

LAS BRIGADAS FANTASMA, John Scalzi