Mostrando las entradas con la etiqueta relatos mostros. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta relatos mostros. Mostrar todas las entradas

Amor sin barreras

Triste la historia de Monique Temperno, destacada zoóloga francesa, quién en 1934 viajó al Congo, integrando una expedición naturalista.
Apenas desembarcados en Brazzaville, capital de la colonia, Monique se abocó al estudio de la flora y la fauna local, realizando con celo profesional sus tareas.
Llegó a descubrir y catalogar 4 especies nuevas de mamíferos, 2 de reptiles y 4 de aves. Su mayor aporte fue el descubrimiento de la hoy extinta Ave Hemorroidal. Precisamente, la observación de una de estas aves, en pleno período de celo y con los atributos que le dan nombre desplegados al máximo, la causa de su desdicha.
Efectivamente, persiguiendo un magnífico ejemplar, cruzó inadvertidamente la frontera con el Sululato de Mondongo, tierra bravía, vedada a los ojos europeos.
Hete aquí que la pobre Monique Temperno fue atrapada por una tribu de los infames gorilas garchadores de Mondongo. Tres días estuvo la infausta en las garras de esos malvados seres, verdadera aberración de la naturaleza, hasta que fue rescatada por un escuadrón de la Legión Extranjera.
Pero el daño estaba hecho.
Nueve meses más tarde nacía Jean Luc, su único hijo, quién continuaría sus estudios.
Jean Luc viajo en 1962 al Congo, con el objeto de pasar al Sululato de Mondongo, pero fue atrapado por un comerciante de animales y vendido a un circo norteamericano.
Jean Luc logró establecer su identidad y hasta su jubilación en 2003, enseño Antropología en la Sorbone y Oxford.

Perro habría sido violado por alienígena

La noticia primero nos causó risa pero luego nos conmovió hasta las lágrimas.
Aprovechando que el Tolo Gamuzzi, nuestro fletero amigo, se dirigía al sur, nos embarcamos una vez más en una verdadera odisea periodística, quién suscribe y el inefable Tolo, conocedor de la zona.
Efectivamente, en la localidad de Ezpeleta, partido de Quilmes, en las inmediaciones del cementerio municipal, casi lindera, existe una casilla precaria. Este sería el lugar donde se perpetró el repudiable hecho, que mancha, irremediablemente, las relaciones Tierra-Resto del Cosmos.
Una vez en el lugar fuimos recibidos por Luis "Salchichón" Domínguez, caracterizado vecino de la zona, suscitándose el siguiente diálogo:

Tolo: ¿Por qué le dicen "Salchichón", don?
Luis "Salchichon" Domínguez: Vení que te explico, comuñe...
Yo: Gracias pero no es necesario, además no hace al hecho que nos compete.
T: ¿Usted conoce al perro, es decir a la víctima?
LSD: ¿Conocerlo? ¡Era mío!
Se emociona ostensiblemente don Salchichón y se le quiebra la voz, pero un quiebre de macho argento, nada de quiebre a lo "Miranda".
Le da una pitada larga a su Imparcial sin filtro.
LSD: Lo crié desde cachorro. Un día cirujeando lo encontré y me lo traje. Chicho le puse. ¡Chicho! le gritaba y el venía corriendo, sabiendo que algún güesito iba a encontrar.
Hasta el Tolo, que es un oraguntán con ropa, reconoce el dolor ajeno y hacemos un profundo y reverente silencio, solo quebrado por Salchichón sorbiendose los mocos.
T: Cuéntenos como fue el hecho.
LSD: Yo estaba mirando el baile del caño, cuando el Chicho se puso tenso y empezó a ladrar. Creyendo que se trataba de un gato o un ratero, le abro la puerta del fondo. Entonces los ví.
Por la pinta me di cuenta que eran de otro planeta. Parecían mujeres pero hablaban con voz gruesa, de hombre, hasta músculos de hombre tenían.
Usaban unas botas plateadas de taco altísimo y unas musculosas, llenas de brillitos. Tenían cadenas y collares. Y los peinados que tenían! Unas cosas así, de colores raros... Uno de ellos lo agarró al Chicho, se levantó la pollerita y sacó un socotroco. Yo estaba paralizado. Y ahí nomás...me da escalofríos de solo acordarme.
Yo: Calmesé. Digamé Don Luis, ¿Usted estaba tomando algo mientras veía el baile del caño?
LSD: Y.. ya iba por la segunda panzona de Termidor.
Yo: ¿Y alguna otra cosita?
LSD: Lo de siempre, un paco. Me gusta fumarme uno mientras miro la tele. Yo mismo me los hago.

Con otro caso dilucidado, emprendimos el regreso en el colectivo 159, ramal "1", ya que el rastrojero había desaparecido. Afuera anochecía y los travestis iniciaban su ronda nocturna.

Onírico

Desperté y caminé sin rumbo.
Vi el palacio y a los seres que lo poblaban. Y tuve miedo.










-"Sea bienvenido, aquel que-nos-crea-en-sueños"
-"Entonces, ¿estoy dormido?"
-"Solo dormido se llega a Otra Parte."
Y el miedo se fue volando.








Y pasé y conocí al antiguo soberano, quién antaño inspiraba temor.
Al cabo su charla me aburrió y recorrí las incontables cámaras del
antiguo palacio de Molerpa.









Y en la última habitación la encontré, a la-que-espera.

La Desolación De Soom - Clark Ashton Smith

Se dice que el desierto de Soom se extiende en un extremo del mundo, de difícil situación geográfica, entre tierras casi desconocidas y otras inimaginables. Los viajeros le tienen miedo porque sus arenas desérticas y movedizas no tienen oasis, y además, cuenta la leyenda que allí habitaban horrores indescriptibles. En este sentido, existen numerosos relatos, cada cual distinto. Algunos dicen que no es ni visible, ni audible, y otros dicen que se trata de una mera quimera de muchas cabezas, cuernos y rabos, y una lengua cuyo sonido es semejante al tañido de las campanas en auditorios abovedados durante algún funeral solemne. Todas las caravanas y aventureros solitarios que regresaron de Soom contaban relatos extraños; otros ni pudieron regresar siquiera, y hubo incluso quien se volvió completamente loco a causa del terror y el vértigo provocados por un espacio infinito y vacío...
En efecto, eran muchos los relatos que existían en torno a un ser que espiaba furtivamente, o a todo un ejército de mil diablos; se hablaba de algo que se escondía aguardando detrás de las dunas movedizas, o de algo que rugía y susurraba desde la arena o desde el viento, o se mueve invisible en un silencio opresor, o cae desde el aire como un insecto aplastante, o bosteza abriéndose como un pozo repentinamente ante los pies del viajero.
Pero hace mucho tiempo existió una pareja de amantes que llegaron al desierto de Soom y cruzaron las estériles arenas. Desconocían la existencia del mal por aquellos parajes, y como habían encontrado un acogedor edén en sus respectivos ojos, es posible que no se dieran cuenta de que atravesaban un desierto. Y entre todos los que se atrevieron a pisar la temible desolación fueron los únicos que no regresaron con una nueva historia sobre algo terrible, sobre algún horror que los hubiera seguido o espiado, algo visible o invisible, audible o inaudible.
Para ellos no hubo ni quimeras de múltiples cabezas, ni pozos bostezantes, ni insectos monstruosos. Además, nunca pudieron comprender las historias que les relataron caminantes menos afortunados.

Primer encuentro

-¿Y cual es su gracia, caballero?
-Tirarme pedos en los velorios.

(Risas grabadas)
Apagó el televisor. En esta región tan apartada, solo existía un canal, el cual transmitía repeticiones de viejos programas mediocres, documentales y mensajes de interés para la comunidad. Se sirvió un vasito de aguardiente y lo bebió, mirando como caía la lluvía más allá del único ventanal de su oficina. Oficina que también era alojamiento.
Detentaba el cargo de jefe de policía del distrito. En realidad, no tenía bajo su mando a ningún otro uniformado. Pero para lo que había que hacer... Alguna pelea entre borrachos, robos menores, disputas familiares.
La lluvia cesó de repente y el cielo se despejó.
Una hora después del anochecer, sonó el teléfono.
-Policía.
-¡Tienes que venir rápido para la Colina Verde! ¡Una nave espacial ha descendido!
-¿Otra vez bebiste ese destilado tuyo? -dijo, reconociendo al viejo Qen, quién vivía al pie de la Colina Verde. Se ganaba la vida como minero y poseía algunas cabezas de ganado.
-¡No seas estúpido! ¡Dos criaturas bajaron de la nave y quieren hablar con la autoridad! Como el delegado municipal no está, a tí te toca. ¡Apúrate!
Y cortó.
Maldito viejo borrachín. Se levantó, salió de su oficina y se subió al maltratado vehículo.
-Como sea una alucinación...
No sería la primera vez que un borracho veía naves espaciales y seres extraños. De tanto en tanto, alguien juraba haber tenido un encuentro y denunciaba avistamientos y hasta secuestros. También existían versiones de que el gobierno tenía tratos con los alienígenas, o directamente, que escondía cadáveres en alguna remota área.

Él no creía en esas patrañas. Era simple y práctico. "Si no puedes comerlo... olvídalo" era su frase de cabecera. Pero así y todo debía acudir al llamado del deber. Por otro lado, era una buena excusa para salir un poco de la oficina.

Si bien le faltaba un trecho para llegar a la colina, la nave era perfectamente visible. Una estructura del tamaño de una casa, apoyada en 6 patas metálicas, muy iluminada. A medida que se fue acercando, pudo distinguir más detalles, como las distintas luces, un par de ventanas y algo escrito a un costado, en una caligrafía de pesadilla. Nunca había visto nada parecido.

Los faros delanteros del vehículo iluminaron al viejo Qen y a dos figuras, cerca de la nave.
Frenó, apagó el motor y antes de bajar, tanteó su costado izquierdo. Palpar la familiar culata de su arma, le hizo sentir mejor.

El viejo y los dos extraños se hallaban sentados en el cesped, frente a frente. Los tres se levantaron cuando se apeó del vehículo.

Eran tan alto como él. Tenían solo 4 extremidades y solo dos de ellas se apoyaban en el piso. Sobre las extremidades superiores el cuerpo se angostaba rapidamente y terminaba en una protuberancia del tamaño de un melón. Era en esta protuberancia donde pudo ubicar los dos únicos ojos y algo que parecía una boca. ¡Una sola boca! ¡Pobres seres! ¿Faltaría la comida en su mundo?

Uno de ellos levantó una de las extremidades superiores y de su boca salieron palabras:
-Saludos, venimos en paz, somos del planeta Tierra.