Primer encuentro

-¿Y cual es su gracia, caballero?
-Tirarme pedos en los velorios.

(Risas grabadas)
Apagó el televisor. En esta región tan apartada, solo existía un canal, el cual transmitía repeticiones de viejos programas mediocres, documentales y mensajes de interés para la comunidad. Se sirvió un vasito de aguardiente y lo bebió, mirando como caía la lluvía más allá del único ventanal de su oficina. Oficina que también era alojamiento.
Detentaba el cargo de jefe de policía del distrito. En realidad, no tenía bajo su mando a ningún otro uniformado. Pero para lo que había que hacer... Alguna pelea entre borrachos, robos menores, disputas familiares.
La lluvia cesó de repente y el cielo se despejó.
Una hora después del anochecer, sonó el teléfono.
-Policía.
-¡Tienes que venir rápido para la Colina Verde! ¡Una nave espacial ha descendido!
-¿Otra vez bebiste ese destilado tuyo? -dijo, reconociendo al viejo Qen, quién vivía al pie de la Colina Verde. Se ganaba la vida como minero y poseía algunas cabezas de ganado.
-¡No seas estúpido! ¡Dos criaturas bajaron de la nave y quieren hablar con la autoridad! Como el delegado municipal no está, a tí te toca. ¡Apúrate!
Y cortó.
Maldito viejo borrachín. Se levantó, salió de su oficina y se subió al maltratado vehículo.
-Como sea una alucinación...
No sería la primera vez que un borracho veía naves espaciales y seres extraños. De tanto en tanto, alguien juraba haber tenido un encuentro y denunciaba avistamientos y hasta secuestros. También existían versiones de que el gobierno tenía tratos con los alienígenas, o directamente, que escondía cadáveres en alguna remota área.

Él no creía en esas patrañas. Era simple y práctico. "Si no puedes comerlo... olvídalo" era su frase de cabecera. Pero así y todo debía acudir al llamado del deber. Por otro lado, era una buena excusa para salir un poco de la oficina.

Si bien le faltaba un trecho para llegar a la colina, la nave era perfectamente visible. Una estructura del tamaño de una casa, apoyada en 6 patas metálicas, muy iluminada. A medida que se fue acercando, pudo distinguir más detalles, como las distintas luces, un par de ventanas y algo escrito a un costado, en una caligrafía de pesadilla. Nunca había visto nada parecido.

Los faros delanteros del vehículo iluminaron al viejo Qen y a dos figuras, cerca de la nave.
Frenó, apagó el motor y antes de bajar, tanteó su costado izquierdo. Palpar la familiar culata de su arma, le hizo sentir mejor.

El viejo y los dos extraños se hallaban sentados en el cesped, frente a frente. Los tres se levantaron cuando se apeó del vehículo.

Eran tan alto como él. Tenían solo 4 extremidades y solo dos de ellas se apoyaban en el piso. Sobre las extremidades superiores el cuerpo se angostaba rapidamente y terminaba en una protuberancia del tamaño de un melón. Era en esta protuberancia donde pudo ubicar los dos únicos ojos y algo que parecía una boca. ¡Una sola boca! ¡Pobres seres! ¿Faltaría la comida en su mundo?

Uno de ellos levantó una de las extremidades superiores y de su boca salieron palabras:
-Saludos, venimos en paz, somos del planeta Tierra.

2 comentarios:

Diego dijo...

Muy digno material, Don Mostro... ¿Pensó en mandárselo al amigo Sergio GvH?

El Mostro dijo...

En realidad no. ¿vos crees?