Fragmento - El Señor de la Luz

Pese a haber caído en desgracia, Yama seguía siendo considerado como el más poderoso de los artificieros, aunque no se dudaba que los Dioses de la Ciudad le harían morir de muerte real si sabían lo de la máquina de oraciones. Y se suponía igualmente que de todos modos le harían morir la muerte real sin la excusa de la máquina de oraciones si alguna vez llegaban a echarle la mano encima. 
Bien, la forma en que arreglara este asunto con los Señores del Karma era cosa suya, pero nadie dudaba que cuando llegara el momento encontraría una forma de salirse. Tenía la mitad de la edad de la propia Ciudad Celestial y apenas diez de los dioses recordaban la fundación de esa residencia. Era considerado más sabio incluso que el Señor Kubera en los asuntos del Fuego Universal. Pero ésos eran sólo sus atributos menores. Era mas conocido por otra cosa, aunque pocos hombres hablaban de ella. Era alto, aunque no demasiado, robusto, pero no pesado, sus movimientos eran lentos y fluidos. Vestía de rojo y hablaba poco.
Cuidaba de la maquina de oraciones y el gigantesco loto de metal que había instalado en la parte más alta del techo del monasterio giraba y giraba sobre su alvéolo.
Caía una ligera lluvia sobre el edificio, el loto, y la jungla a los pies de las montañas. Durante seis días había ofrecido muchos kilovatios de plegarias pero la estática impedía que le oyeran en Las Alturas. Casi sin aliento apelo a las más notables deidades de la fertilidad de la corriente invocándolas por sus más prominentes Atributos.
El retumbar del trueno respondió a su petición y el pequeño mono que le ayudaba lanzo una risita.
Dio unos pequeños saltos a su alrededor.
—Tus plegarias y tus maldiciones dan el mismo resultado Señor Yama —comento el mono— Es decir, nada.
—¿Has necesitado diecisiete encamaciones para llegar a esta verdad? —dijo Yama— Entonces puedo ver por qué sigues siendo un mono.
—No es así —dijo el mono, cuyo nombre era Tak— Mi caída, aunque menos espectacular que la tuya, implicó de todos modos elementos de malicia personal por parte de...
—¡Ya basta! —exclamó Yama, volviéndose bruscamente de espaldas a él.
Tak se dio cuenta de que debía haber tocado un punto sensible. En un intento por encontrar otro tema de conversación, se dirigió a la ventana, saltó á su amplio alféizar y miró hacia arriba.
—Hay una brecha en la capa de nubes, hacia el oeste —dijo.
Yama se acercó, siguió la dirección de su mirada, frunció el ceño y asintió.
—Sí —dijo— Quédate donde estás y avísame.
Se dirigió a un panel de controles.
El loto dejó de girar sobre sus cabezas, se enfocó hacia el trozo de cielo libre.
—Muy bien —dijo— Estamos consiguiendo algo.
Su mano se agitó sobre un panel de control separado del resto de la maquinara, accionando una serie de interruptores y ajustando dos diales.
Debajo de ellos, en los cavernosos subterráneos del monasterio, fue recibida la señal y se iniciaron otros preparativos: fue avisada la anfitriona.
—¡Las nubes se están cerrando de nuevo! —exclamó Tak
—No importa ahora —dijo el otro— Hemos pescado a nuestro pez. Ahí viene, fuera del Nirvana y hacia el loto.
Hubo otro trueno, y la lluvia empezó a caer con un sonido como de granizo contra el loto. Las azules serpientes de los relámpagos zebraron las cimas de las montañas, silbando.
Yama cerró un último circuito.

El Señor de la Luz, Roger Zelazny

5 comentarios:

Anónimo dijo...

El señor de la luz!!, grande mostro, una vez hablando con una piba por internet y le dije que estaba leyendo este libro hace 5 años mas o menos y me dijo: que es un libro de autoayuda?.
Saludos y gracias totales.

Mayi dijo...

Hey que bien Mostro :) me gustan todos tus blogs!

El Mostro dijo...

Convengamos que es muy fumado Leandro...

El Mostro dijo...

Muchas gracias Mayi!

Anónimo dijo...

no soy fumado salame, te equivocas de droga es clonazepam y ampliactil. Y esto es de los mejores libros que escribio de los mejores autores de ciencia ficcion, el si estaba re-loco, y yo tambien, bueno, si tenes razon mostro. TENES RAZON.
Vamos por LEM!!!