Bitácora personal.
Siempre he tenido mala suerte. Primero al nacer, el menor de ocho hermanos, con lo cual, la atención recibida era menor a la que hubiese recibido de ser hijo único. Mis siete hermanos, todos varones, eran altos y fornidos; por el contrario, yo soy un alfeñique de 60 kilos y mido escasamente un metro sesenta. Logicamente, me convertí en blanco de sus burlas y destinatario de sus abusos.
Al ingresar al sistema educativo, ya no eran mis hermanos, sino mis condicípulos quienes me sometían a chanzas de todo tipo, algunas muy creativas, debo reconocer. Lo mismo me sucedió en el ciclo secundario y en la escuela técnica superior. Mi vida social era calamitosa y la mayor parte del tiempo lo pasaba estudiando.
Quise ingresar al cuerpo de fusileros de la Armada Sideral, siguiendo la tradición familiar, pero fuí rechazado de plano, ya que mi esmirriado físico no cumplía con los estándares. El escarnio familiar llegó a niveles inusitados.
Al año siguiente, estalló la guerra con los Calandracas. A pesar de mi lastimoso estado corporal, fuí reclutado, debido a mis conocimientos técnicos en comunicaciones. Y así me hallé surcando el espacio a bordo del AST "Imponente".
En el "Imponente", mi superior fue el Sargento Hoodlum, un matón de cuello de buey, casí dos metros de estatura y escasa inteligencia. El Sargento Hoodlum parecía tener como único objetivo hacerme la vida imposible. La mala suerte no dejaba de perseguirme.
Pero lo peor aún no había llegado.
Hacé escasamente dos horas, estando orbitando un planeta inexplorado, el "Imponente" se vió rodeado de naves enemigas y seriamente atacado. Se ordenó la evacuación de la moribunda cosmonave. Todos corrimos hacia las cápsulas de escape. Cuando voy a ingresar a la que tenía asignada, una mano enorme me tomó del hombro y me arrojó al piso: el Sargento Hoodlum usurpó mi lugar. Las cápsulas se lanzaron, a excepción de una que estaba en reparación. Solo en la nave, me coloqué como pude un traje y me encerré en la cápsula inservible. ¡Maldito Sargento Hoodlum!
Las explosiones se sucedían a bordo del desierto "Imponente", cuando pude ver a través de un ojo de buey como los Calandracas dedicaban ahora su atención a las cápsulas de escape. Los masacraron a todos y se fueron.
Los restos de la cosmonave (conmigo dentro) se han estado precipitando en una órbita espiral descendente. Mi muerte es segura. Mi mala suerte finalmente me ha acabado.
Fin de bitácora.
La fricción atmosférica y el daño estructural hicieron que la cápsula en la que me hallo se suelte. De alguna forma consigo maniobrar para no incinerarme, pero mi alegría dura poco: mi rumbo de colisión me lleva directamente a lo que parece ser un mar. Sin duda moriré en el impacto o me hundiré hasta el fondo.
La cápsula flota. Sigo amarrado al sillón. La luz que entra por el ojo de buey me enceguese. Pierdo y recupero la conciencia.
Siento varios "clangs" y "plincs", algo golpea el casco externo.
A través de la bruma mental creo distinguir sombras afuera.
De alguna forma, consigo desabrocharme el cinturón y abrir la escotilla.
Manos que me palpan y brazos que me alzan.
Sueño con mujeres de largas cabelleras caoba.
Me depositan en el piso y veo velas ¿Estoy en un velero? Antes de volver a desmayarme pienso en las torturas que me infligirán mis captores y en mi mala suerte...
Bitácora personal (continuación)
Ya pasó un año desde mi caida en este mundo. He aprendido su lengua lo suficiente como para entender sus relatos.
Se llaman a si mismas d'jiidinas o algo que suena así. Odian a los Calandracas, quienes esparcieron una enfermedad que asesinó a todos los hombres de la tribu.
No estaba soñando. Son hermosas y tienen largas cabelleras caoba. Me cuidan, me miman y se turnan para hacerme el amor. Creo que mi mala suerte llegó a su fin.
Fin de bitácora.
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