Fragmento - MUJER DE PIE

—¡Michiko! —le grité al oído.
Mi esposa me miró, y la sangre le invadió las mejillas. Se pasó una mano por el cabello enredado.
—¿Viniste otra vez? No tendrías que hacerlo, en serio.
La empleada de la ferretería, que vigilaba el negocio, me vio. Con aire de fingida indiferencia, apartó los ojos y se retiró al fondo del local. Lleno de gratitud por su consideración, me acerqué unos pasos más a Michiko y la enfrenté.
—¿Te vas acostumbrando?
Reunió todas para lograr una sonrisa en el rostro endurecido.
—Mmmm. Estoy acostumbrada.
—Anoche llovió un poco.
Mirándome aún con ojos amplios, oscuros, asintió levemente.
—Por favor no te preocupes. Apenas si siento algo.
—Cuando pienso en ti no puedo dormir —dejé caer la cabeza—. Siempre estás de pie, afuera. Cuando pienso en eso, me resulta imposible dormir. Anoche hasta pensé en traerte un paraguas.
—Por favor, no hagas nada de eso —mi esposa frunció apenas el entrecejo—. Seria terrible que hicieras algo así.
Un camión grande pasó detrás de mí. El polvo blanco cubrió el cabello y los hombros de mi esposa con un tenue velo, pero a ella no pareció molestarle.
—En realidad estar de pie no es tan desagradable —habló con deliberada despreocupación, esforzándose por impedir que yo me preocupara.
Percibí un cambio sutil en las expresiones y el modo de hablar de mi esposa respecto a dos días antes. Parecía como si sus palabras hubiesen perdido algo de delicadeza, y como si el alcance de sus emociones se hubiese empobrecido hasta cierto punto. Observarla así, desde afuera, ver como se vuelve poco a poco inexpresiva, es aún más desolador por haberla conocido como era antes: las respuestas agudas, su alegre vivacidad, las expresiones ricas, plenas.
—Esa gente —le pregunté, señalando con los ojos hacia la ferretería—, ¿se portan bien contigo?
—Bueno, sí. Tienen buen corazón. Sólo una vez me dijeron que les pidiera cualquier cosa que necesitara. Pero aún no han hecho nada por mí.
—¿No tienes hambre?
Sacudió la cabeza.
—Es mejor no comer.
Eso es. Incapaz de soportar ser una mujergajo, esperaba convertirse en mujerárbol aunque fuera un solo día antes.
—Así que por favor no me traigas nada de comer. —Clavó los ojos en mí—. Por favor olvídame. Estoy segura de que incluso sin hacer ningún esfuerzo en especial, voy a olvidarte. Me alegra que hayas venido a verme, pero después la tristeza dura mucho más. Para los dos.
—Tienes razón, desde luego, pero... —Despreciando a ese ser que no podía hacer nada por su propia esposa, dejé caer otra vez la cabeza—. Pero no te olvidaré —hice un movimiento afirmativo con la cabeza. Llegaron las lágrimas—. No olvidaré. Nunca.
Cuando alcé la cabeza y la miré otra vez, ella tenía clavados en mí ojos que habían perdido algo de su brillo, con todo el rostro resplandeciendo en una sonrisa tenue como una imagen tallada de Buda. Era la primera vez que la veía sonreír así.

MUJER DE PIE, Yasutaka Tsutsui

No hay comentarios.: