El Deseo

Después de haber huído de quien, recién llegada a la Contratierra, le puso un collar y de haber pasado por las manos de otros Amos había dado con sus huesos en una taberna de Ar, no lucía ningún collar ni en su cuerpo se podía apreciar ninguna marca y no estaba muy segura de si es que ningún Amo había sentido el suficiente interés en ella como para marcarla, o era ella misma la que había ido huyendo de la realidad de esta tierra extraña para ella.
Muchas lunas llevaba sin desear ningún cambio en su vida, había aprendido a vivir con la resignación de quien no encuentra, la sabiduria de quien no busca y la indiferencia de quien entrega su cuerpo sin pestañear en cada embestida...
Y una mañana más las tres lunas dejaron paso a un brillante sol que iluminó la estancia de las esclavas de la taberna y una a una, fueron despertando con las primeras luces, conversaciones en susurros, comentarios sobre quién no durmió esa noche allí, alguna risita ahogada y la seguridad de una nueva jornada de trabajo agotador era todo lo que se podía sentir en esas primeras horas de un nuevo día en la taberna.
Se incorporó y miró a su compañera de suelo, dormía todavía, sonrió divertida y la empezó a empujar con los pies hasta despertarla. ..habían llegado juntas y juntas pasaban los días, cuando por fin consiguió ponerla en pie se dirigieron a la parte pública de la taberna y tarareando viejas canciones, sin cruzar palabra entre ellas, se dedicaron a limpiar, ordenar, vaciar, reponer, colocar, cocinar...a dejar la taberna lista para nuevas risas, bailes y canciones.
Ellas no eran esclavas de placer, servían, sonreían y callaban...y alguna vez, algún hombre miraba a alguna de las dos o a ambas y decía que era con ellas con quien deseaba pasar unas horas, el Amo de la taberna no tenía ningún reparo en entregarlas, ¿si alguien deseaba disfrutar del cuerpo de una esclava, qué más daba para qué las utilizara él? Al principio las utilizó como esclavas de placer, pero una no gustaba a los clientes, era bella y servicial pero parecía que no sabía muy bien qué hacer con el cuerpo cansado de un cliente y la otra, aquella esclava que llegó sin marca ni collar...bueno a esa después de marcar su espalda a latigazos por morder la oreja de un cliente, que había pagado por tenerla unas horas, hasta arrancarle un trozo, después de haberla tenido sin comer durante varios días por haber intentado matar a otro...en fin...había decidido recuperar el dinero invertido en su compra haciéndola trabajar sin descanso y cuando algún hombre se interesaba en ella él siempre decía la misma cantinela "Señor...se que es una esclava de gran belleza y que seguro sus ojos lo embrujan...pero no se la lleve, es traicionera como un giani" y pasaba entonces a relatar lo que a otros había hecho aquella estúpida esclava y entre risas e insultos la mayoría la dejaban de lado, aquellos pocos que decidían usarla se aseguraban de atarla bien, amordazarla y usarla con brutalidad como si con ello pudiesen vengar a los hombres mordidos, arañados, golpeados o engañados por aquella esclava.
El día había pasado entre tareas y ambas esclavas abrieron las puertas de la taberna cuando el sol se desvanecía y las luces de las calles de Ar empezaban a encenderse.. .corrieron dentro mientras las esclavas de placer salían a las mesas desde el interior dejando tras ellas un perfume embriagador, se bañaron en el agua que quedaba de asearse las demás, vistieron sus ropas grises y apartaron el cabello de sus rostros sin mirarse en ningún espejo, volvieron a la gran sala donde algunos hombres ya habían entrado y se hicieron pequeñas en un rincón hasta que alguien las necesitase.
Vieron a las esclavas bailar, reir, comentar, besar, servir...y en un momento de la noche su compañera le preguntó; -dime ¿no las envidias tanto como yo?
Miró a su compañera, a su amiga, sonrió y le contestó; -sólo envidio su deseo, ese que sienten y del que yo hace lunas me deshice, ese que añoro y que cada noche espero cruce esas puertas de madera.
Se miraron un instante a los ojos y volvieron a perderse en sus pensamientos entre la música de la taberna, los bailes de las esclavas, las risas de los hombres y el olor a deseo que inundaba toda la estancia.

Kajira Angzalais

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