¿Qué sé ya de mis hermanos los seres humanos?
Presintió una recaída en su pánico del mediodía, sintiendo una necesidad desesperada de hablar con alguien para comprobar que realmente había más gente en el mundo, no sólo marionetas movidas por hilos intangibles. Se acercó al teléfono. Pero eso no serviría... sólo conversar con una imagen en una pantalla.
Quería ver y oír a desconocidos, asegurarse de que eran independientes de él mismo.
Respirando profundamente, se dirigió a la puerta del apartamento. Al cruzarla, se detuvo y se preguntó si se olvidaba algo; volvió al dormitorio y abrió un cajón en la parte baja del armario empotrado. Debajo de un montón de camisas de papel de usar y tirar encontró lo que buscaba: un chorrevólver, la pistola de gas con cargas de cartucho comercializada por TG bajo licencia de las Industrias Japonesas de Tokio, y una karanudillera.
Se preguntó si debía ponérsela, dándole vueltas entre las manos y examinándola con curiosidad mientras se decidía, porque realmente nunca la había mirado desde que la compró. De hecho era un guante sin palma fabricado con plástico sensible a los impactos, de aproximadamente tres milímetros de grosor. Al apretarlo, pincharlo, ponérselo o quitárselo, se mantenía flexible y casi tan suave como el cuero de calidad; golpeado contra una superficie resistente, cambiaba su comportamiento como por arte de magia y, mientras la parte interior seguía igual de suave con el fin de actuar como protección contra una posible raspadura, la capa exterior se volvía tan rígida como el acero.
Se la puso y se dio la vuelta, golpeando la pared con el puño. Se oyó un golpe sordo y se le quejaron los músculos del hombro y del brazo, pero la karanudillera reaccionó como se esperaba de ella. Pasaron varios segundos antes de que pudiera volver a estirar los dedos contra la resistencia del plástico que se iba aflojando.
En la caja en que la había comprado y guardado había un panfleto que mostraba con diagramas los diversos modos habituales de utilizarlas: toscamente, como acababa él de hacer, con el puño, o más delicadamente, utilizando el canto de la mano y las puntas de los dedos unidas. Leyó todo el texto atenta y ansiosamente hasta que de pronto se dio cuenta de que se estaba comportando precisamente del modo que quería evitar: como si estuviera preparándose para una misión en territorio enemigo. Se quitó la karanudillera y se la metió en el bolsillo junto con el chorrevólver.
Si sonara el teléfono y me encontrara con el Coronel en la pantalla, activándome y diciéndome que me presentara inmediatamente a cumplir con mi deber... me sentiría asi
y no puede ser cierto. Porque, si sólo el pensar en salir de noche me asusta de este modo, el ser activado me destrozaría en pedacitos.
Cerró la puerta con un cuidado consciente y se dirigió a los ascensores.
Todos sobre Zanzíbar, John Brunner
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