Fragmento

Una forma llegó brincando sobre Cloudmoor. Tenía dos brazos y dos piernas, pero las piernas eran largas y terminaban en zarpas, y estaba cubierto de plumas hasta el extremo de una cola y anchas alas. El rostro era medio humano, dominado por sus ojos. Si Ayoch hubiese sido capaz de erguirse del todo, hubiera llegado al hombro del muchacho.
La muchacha se puso en pie.

- Lleva un bulto - dijo.
Su visión no estaba hecha para el crepúsculo como la de un ser nacido en el septentrión, pero había aprendido a utilizar todas las señales que sus sentidos le proporcionaban. Aparte del hecho de que normalmente un puk hubiera volado, había cierta pesadez en su apresuramiento.
- Y llega del sur - dijo el muchacho con visible excitación, repentina como una verde llama que cruzara la constelación Lyrth. Descendió rápidamente por la ladera del túmulo -. ¡Ohoi, Ayoch! - gritó -. ¡Soy yo, Mistherd!
- Y Sombra-de-un-Sueño - rió la muchacha, siguiéndole.
El puk se paró. Respiró más ruidosamente que la vegetación que susurraba a su alrededor. En el lugar en que se había detenido se alzó un olor a hierba aplastada.
- Saludos en el umbral del invierno - silbó -. Podéis ayudarme a llevar esto a Carheddin.
Levantó lo que portaba. Sus ojos eran fanales amarillos encima. El bulto se movió y gimió.
- ¡Es un niño! - dijo Mistherd.
- Lo mismo que lo fuiste tú, hijo mío, lo mismo que lo fuiste tú. ¡Jo, jo, qué proeza! - alardeó Ayoch -. Eran muchos en el campamento de Fallow wood, armados, y además de máquinas de vigilar tenían perros grandes y feos, de guardia mientras ellos dormían. Sin embargo, me acerqué por el aire, después de haberles espiado hasta que supe que un puñado de polvo...
- ¡Pobrecillo! - Sombra-de-un-Sueño cogió al niño y lo apretó contra sus menudos pechos -. Tienes mucho sueño, ¿verdad? - Ciegamente, el niño buscó un pezón. Ella sonrió a través del velo de sus cabellos -. No, soy demasiado joven, y tú eres ya demasiado mayor. Pero, cuando despiertes en Carheddin debajo de la montaña, tendrás un banquete.
- Yo, ah - dijo Ayoch muy suavemente -. Ella está fuera y ha oído y visto. Está llegando.
Se agachó, con las alas plegadas. Al cabo de unos instantes Mistherd se arrodilló, y lo mismo hizo Sombra-de-un-Sueño, aunque no soltó al niño.
La alta forma de la Reina bloqueó las lunas. Miró en silencio a los tres y a su botín. Los sonidos de la colina y del páramo dejaron de existir para ellos hasta que les pareció que podían oír sisear las luces del norte.
Finalmente, Ayoch susurró:
- ¿Lo he hecho bien, Estrellamadre?
- Si has robado un niño de un campamento lleno de máquinas - dijo la hermosa voz -, es que eran gente del lejano sur que podría no soportarlo tan resignadamente como los hacendados.
- Pero, ¿qué pueden hacer, Elaboradora-de-Nieve? - preguntó el puk -. ¿Cómo podrían localizarnos?
Mistherd irguió la cabeza y habló en tono de orgullo.
- Ahora, también ellos aprenderán a temernos.
- Y es un niño encantador - dijo Sombra-de-un-Sueño -. Y nosotros necesitamos más como él, ¿no es cierto, Dama Cielo?
- Tenía que ocurrir en algún crepúsculo - asintió la Reina -. Llevadle hacia abajo y cuidad de él. Por esta señal - que ella hizo -, es reclamado por los Moradores.
Su alegría se manifestó libremente. Ayoch se revolcó por el suelo hasta que encontró un árbol de hojas temblonas. Encaramándose por el tronco se colgó de una rama, semioculto por el pálido follaje. El joven y la muchacha llevaron el niño hacia Carheddin, a un paso rítmico que les permitía a él tocar la flauta y a ella cantar:
¡Wahaii, wahaii! ¡Wayala, laii!
Ala en el viento alta sobre el cielo,
con grito estridente, avanzando a través de la lluvia,
a través del tumulto.
avanzando a través de los árboles bañados por la luz de la luna
y las sombras cargadas de sueños debajo de ellos,
confundiéndose con el tintinearte cabrilleo de los lagos
en los que se ahogan los rayos de las estrellas.

LA REINA DEL AIRE Y LA OSCURIDAD, Poul Anderson

2 comentarios:

El Mostro dijo...

Un relato hermoso, que he leído como 1000 veces.

r.- el corre ambulancias dijo...

esta muy bueno el relato