Por años, Ciudad Estrella no salía en los mapas, pues debía estar oculta de los ojos inquisidores del mundo occidental durante la Guerra Fría.
Aún hoy, obtener acceso al centro de entrenamiento de los cosmonautas rusos requiere largas negociaciones.
El sitio, no muy lejos de Moscú, sigue siendo altamente secreto, y está rodeado de alambre de púas y un bosque tupido.
Por más de cuarenta años, Ciudad Estrella ha estado en el corazón del programa espacial ruso y sus fortunas han reflejado los altibajos de la Unión Soviética y luego las tribulaciones y retos de la Rusia post-comunista.
Nuestro héroe cruza la singularidad maldita, el agujero negro o gris, el pasadizo al otro patio, que se encuentra en la esquina de Nicaragua y Arévalo, en el barrio de Palermo, Buenos Aires. Todo puede pasar: sexo, Historia, aventuras, guiso de lentejas o mondongo y Perón y Freud explicando las remeras rotas del Capitán Kirk. A ver si se ponen a leer, holgazanes.
Un viaje a la ciudad de las estrellas
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