—Dijiste que Badri había hecho pruebas. ¿Cuáles fueron? ¿Una comprobación de coordenadas? ¿Una proyección de campo?
—No lo sé. —Ella señaló vagamente a las pantallas, con sus matrices y columnas de cifras en cambio constante—. Solo soy doctora, no técnico. Me pareció reconocer al técnico. Es de Balliol, ¿no?
Dunworthy asintió.
—El mejor técnico que tiene Balliol —dijo, observando a Badri, que pulsaba las teclas de la consola una a una y observaba atentamente las lecturas cambiantes—.
Todos los técnicos del New College estaban de vacaciones. Gilchrist pensaba usar un aprendiz de primero que nunca había dirigido un lanzamiento tripulado. ¡Un aprendiz de primero para un remoto! Lo convencí para que empleara a Badri. Si no puedo impedir este lanzamiento, al menos que lo dirija un técnico competente.
Badri miró la pantalla con el ceño fruncido, sacó un medidor de su bolsillo y se dirigió a la carreta.
—¡Badri! —llamó Dunworthy.
Badri no dio muestra alguna de haberle oído. Rodeó el perímetro de las cajas y cofres, mirando el medidor. Desplazó una de las cajas ligeramente a la izquierda.
—No te oye —dijo Mary.
—¡Badri! —gritó él—. Necesito hablar contigo.
Mary se levantó.
—No te oye, James. La mampara es a prueba de sonidos.
Badri dijo algo a Latimer, quien todavía sostenía el cofre con cierres de metal. Parecía asombrado. Badri le quitó el cofre y lo colocó sobre la marca de tiza.
Dunworthy buscó un micrófono. No vio ninguno.
—¿Cómo oíste el discurso de Gilchrist? —preguntó a Mary.
—Gilchrist pulsó un botón ahí dentro —dijo ella, señalando un panel junto a la red.
Badri había vuelto a sentarse ante la consola y hablaba a su oído. Los escudos de la red empezaron a descender. Badri dijo algo más, y volvieron a donde estaban antes.
—Le pedí a Badri que volviera a comprobarlo todo: la red, los cálculos del aprendiz, todo —dijo Dunworthy—. Y que abortara inmediatamente el lanzamiento si detectaba algún error, a pesar de lo que dijera Gilchrist.
—Pero supongo que Gilchrist no pondrá en peligro la seguridad de Kivrin —protestó Mary—. Me dijo que había tomado todas las precauciones...
—¡Todas las precauciones! No ha realizado pruebas de reconocimiento ni comprobaciones de parámetros. Hicimos dos años de lanzamientos no tripulados al siglo XX antes de enviar a nadie. Él no ha hecho ninguno. Badri le dijo que debería retrasar el lanzamiento hasta que pudiera hacer al menos uno, y en vez de eso lo adelantó dos días. Ese tipo es un incompetente total.
—Pero explicó por qué el lanzamiento tenía que ser hoy —alegó Mary—. Dijo que los habitantes del siglo XIV no prestaban atención a las fechas, excepto a las siembras y las cosechas y los días festivos de la Iglesia. Dijo que la concentración de días sagrados era mayor en Navidad, y por eso Medieval ha decidido enviar a
Kivrin ahora, para que pueda utilizar los días de Adviento para determinar su localización temporal y asegurarse de estar en el lugar de recogida el veintiocho de diciembre.
—Enviarla ahora no tiene nada que ver con el Adviento ni las festividades —protestó él, observando a Badri. Volvía a pulsar una tecla cada vez, con el ceño fruncido—. Podría enviarla la semana que viene y usar la Epifanía para la cita de encuentro. Podría hacer lanzamientos no tripulados durante seis meses y luego enviarla haciendo un bucle. Gilchrist la envía ahora porque Basingame está de vacaciones y no se encuentra aquí para detenerlo.
—Oh, cielos —suspiró Mary—. Ya me parecía a mí demasiada prisa. Cuando le pregunté cuánto tiempo tendría que estar Kivrin en el hospital, intentó convencerme de que no sería necesario internarla. Tuve que explicarle que las vacunas necesitaban un tiempo para hacer efecto.
—Un encuentro el veintiocho de diciembre —dijo Dunworthy con amargura—. ¿Te das cuenta de qué festividad es? La celebración de la matanza de los Santos Inocentes. Cosa que, dada la manera en que se está dirigiendo este lanzamiento, puede ser completamente apropiada.
El Libro del día del Juicio Final, Connie Willis
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