Cuando ya eran más o menos las cuatro y media de la tarde de aquel domingo, los dos marcianos entraron a la Bombonera. Por supuesto, los de seguridad no los palparon de armas porque el único ropaje que tenían era el cinturón ése atravesado en el pecho, con la cartuchera chiquita donde llevan sus cosas. Además, sintieron un poco de asco cuando los vieron llegar.
De acuerdo a sus costumbres iban desnudos, y ésa fue la causa.
No es justo cargar toda la culpa al pobre Facundo Solari, como hacen los periodistas. Sí cabe, en todo caso, hablar de una culpa más difusa, que abarque la frustración de Solari, pero también la soberbia despectiva de los marcianos, la malevolencia de los funcionarios del club pero, por sobre todo, la mezquindad de los políticos que siempre hacen las cosas para su propio interés y no por el de un pueblo ignorante, que aún no está preparado para recibir a quienes debemos considerar personas aunque no parezcan.
Tampoco es creíble, en realidad, que los encargados de la seguridad ignoraran lo que hacían. Son gente de experiencia y, según dijeron, Cumplían órdenes y entonces, cuando vieron las figuras verdes de los “marcianos”, les dieron la voz de alto.
-Señores, acá no pueden entrar así...desnudos- dijo el encargado de la seguridad, haciendo seguramente un gesto de asco ante esos grotescos órganos sexuales que tienen y los marcianos exhiben sin pudor alguno.
Ya hubo, en otros lados, problemas por eso. Ellos acostumbran a utilizar, cuando están ante nosotros, ropajes generalmente holgados para no ofender nuestra humana sensibilidad. Ninguna ley, ni acá ni en ningún otro país los obliga a vestirse, pero lo hacen suponemos que sólo por una cuestión de urbanidad, para evitar discusiones cuando hay cosas más importantes de que hablar.
INCIDENTE CON MARCIANOS EN LA BOMBONERA, Luis Barroso
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