Se levantó al amanecer y salió al patio para echar su primera mirada a Alejandría, la ciudad que aún no había visto. Este año las cinco ciudades eran Chang-an, Asgard, Nueva Chicago, Tombuctú y Alejandría: la mezcla de épocas, culturas y realidades habitual.
Él y Gioia, tras efectuar el largo vuelo desde Asgard, en el distante norte, la noche anterior, habían llegado tarde, mucho después de la puesta del sol, y se habían ido directamente a la cama. Ahora, a la suave luz color melocotón de la mañana, las orgullosas torres y almenas de Asgard parecían simplemente algo que habían soñado. De todos modos, corría el rumor de que el momento de Asgard había terminado. Había oído decir que dentro de poco iban a desmantelarla y reemplazarla, en algún otro lugar, por Mohenjo-daro. Aunque nunca había más de cinco ciudades, éstas cambiaban constantemente. Podía recordar una época en la que habían tenido la Roma de los Césares en vez de Chang-an, y Río de Janeiro en vez de Alejandría. Esa gente no veía ninguna utilidad en mantener algo durante mucho tiempo.
...
Sabía muy poco sobre sí mismo, pero sabía que no era uno de ellos. Eso lo sabía. Sabía que su nombre era Charles Phillips y que antes de empezar a vivir entre aquella gente había vivido en el año 1984, cuando existían cosas tales como ordenadores y aparatos de televisión y béisbol y aviones a reacción, y el mundo estaba lleno de ciudades, no solamente cinco sino miles de ellas. Nueva York y Londres y Johannesburgo y París y Liverpool y Bangkok y San Francisco y Buenos Aires y una multitud de otras, todas a la vez. Por aquel entonces el mundo tenía cuatro mil quinientos millones de habitantes; ahora dudaba que tuviera más de cuatro millones y medio. Casi todo había cambiado más allá de cualquier comprensión. La luna seguía pareciendo la misma, y el sol; pero por la noche buscaba en vano las constelaciones familiares. No tenía la menor idea de cómo lo habían traído de entonces a ahora, o por qué. No servía de nada preguntar. Nadie tenía ninguna respuesta para él; nadie parecía comprender qué era lo que quería saber. Al cabo de un tiempo había dejado de preguntar; al cabo de un tiempo había dejado casi completamente de desear saber.
Camino A Bizancio, Robert Silverberg
4 comentarios:
que bueno esto che, "ya no queria ni saber", siempre me sorprendio la forma en que silverberg hace de lectura compleja algo sencillo de entender, no se como explicarlo bien, calculo que es por que es un biologo y sabe escribir para que se entienda, por que sus libros de biologia marina son manuales en escuelas. Me guardo imformacion a drede para seguirla "as the time goes by".
mandate algo de zelazny mostro.
Tus deseos son eso, deseos... :)
Un abrazo!
aja..., bueno mandate algo de silverberg, ponele estacion hawkings o universo de locos de brown, te tengo que decir que el nombre tambie´, donde esta el formulario de pedidos...,donde..., pobre burocracia mia!!.
Publicar un comentario