20 años no es nada

El Telescopio Espacial Hubble es el instrumento científico más popular del mundo. Y, probablemente, el mayor icono de la astronomía contemporánea. Y no por casualidad: gracias a su vista de águila y, fundamentalmente, a su posición privilegiada –por encima de la atmósfera terrestre–, esta máquina extraordinaria ha cambiado para siempre nuestra forma de ver y entender el Universo. Ha estudiado y fotografiado, con lujo de detalles, los mundos vecinos de la Tierra, clavó su mirada aguda y penetrante en las entrañas de muchas nebulosas de la Vía Láctea, para ver cómo nacen las estrellas.

El Hubble exploró galaxias cercanas, lejanas, y lejanísimas (ubicadas a 12 o 13 mil millones de años luz, ya en los límites del Universo observable). Y sus precisas mediciones nos ayudaron a entender mejor la escala del cosmos, su velocidad de expansión y, en consecuencia, su edad. No es poco. Pero quizás el mayor aporte del ya legendario cilindro plateado sean todas esas fabulosas imágenes que han encendido la curiosidad de cientos –o miles– de millones de seres humanos. Imágenes que cautivan, emocionan y nos dejan pensando. Desde que abrió sus ojos por primera vez, el Hubble fue un gran provocador.

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Fragmento - Camino a Bizancio

Se levantó al amanecer y salió al patio para echar su primera mirada a Alejandría, la ciudad que aún no había visto. Este año las cinco ciudades eran Chang-an, Asgard, Nueva Chicago, Tombuctú y Alejandría: la mezcla de épocas, culturas y realidades habitual.
Él y Gioia, tras efectuar el largo vuelo desde Asgard, en el distante norte, la noche anterior, habían llegado tarde, mucho después de la puesta del sol, y se habían ido directamente a la cama. Ahora, a la suave luz color melocotón de la mañana, las orgullosas torres y almenas de Asgard parecían simplemente algo que habían soñado. De todos modos, corría el rumor de que el momento de Asgard había terminado. Había oído decir que dentro de poco iban a desmantelarla y reemplazarla, en algún otro lugar, por Mohenjo-daro. Aunque nunca había más de cinco ciudades, éstas cambiaban constantemente. Podía recordar una época en la que habían tenido la Roma de los Césares en vez de Chang-an, y Río de Janeiro en vez de Alejandría. Esa gente no veía ninguna utilidad en mantener algo durante mucho tiempo.
...
Sabía muy poco sobre sí mismo, pero sabía que no era uno de ellos. Eso lo sabía. Sabía que su nombre era Charles Phillips y que antes de empezar a vivir entre aquella gente había vivido en el año 1984, cuando existían cosas tales como ordenadores y aparatos de televisión y béisbol y aviones a reacción, y el mundo estaba lleno de ciudades, no solamente cinco sino miles de ellas. Nueva York y Londres y Johannesburgo y París y Liverpool y Bangkok y San Francisco y Buenos Aires y una multitud de otras, todas a la vez. Por aquel entonces el mundo tenía cuatro mil quinientos millones de habitantes; ahora dudaba que tuviera más de cuatro millones y medio. Casi todo había cambiado más allá de cualquier comprensión. La luna seguía pareciendo la misma, y el sol; pero por la noche buscaba en vano las constelaciones familiares. No tenía la menor idea de cómo lo habían traído de entonces a ahora, o por qué. No servía de nada preguntar. Nadie tenía ninguna respuesta para él; nadie parecía comprender qué era lo que quería saber. Al cabo de un tiempo había dejado de preguntar; al cabo de un tiempo había dejado casi completamente de desear saber.

Camino A Bizancio, Robert Silverberg

Fragmento - LA ODISEA DE CATADONIA

          Catay, Caledonia. Unid las dos palabras: Catadonia. Eso precisamente fue lo que hizo el hombre que bautizó el planeta, un asesino con la sensibilidad de un poeta. Unió las dos exóticas palabras, Catay y Caledonia, en forma tal que el lugar que designaban pudiera tener un nombre adecuado a su propia y encantadora belleza. Catadonia. Exótico, lejano, mágico, impenetrable. Un mundo de innumerables lagunas. Un mundo de «huertos» grotescamente formados, un mundo con un gran océano angustioso.
Catadonia.
Y la primera cosa que los hombres hicieron allí, abajo en la superficie, fue matar a tantos pequeños, exóticos y trípedos nativos como sus pistolas láser les permitieron.
Los hombres de la nave mercante los denominaron pseudocalamares.  Y también usaron otros imaginativos nombres, tal vez inspirados por el sensible asesino que había acuñado el nombre del planeta. Trífidos. Ondipúrpuras. Coliagudos. Gatosauces. Monos diablo.

No importan los nombres. Los hombres mataron a las criaturas desenfrenada, brutal, risueñamente. Por deporte. Por nada que no fuera deporte. Viajaban en la nave mercante Áurea, dirigiéndose hacia el hogar desde una región colonizada del brazo galáctico. Aterrizaron porque realmente nadie había advertido Catadonia antes y porque querían descansar. En la superficie, con el fin de relajarse, mataron a los pseudocalamares de ridícula apariencia. O trífidos. U ondipúrpuras. O coliagudos. Elegid el nombre que más os guste. No importan los nombres.
Ya de vuelta, el capitán de la Áurea informó del nuevo planeta a las autoridades. Utilizó el nombre Catadonia, la invención del asesino, y ese fue el que constó en los archivos. El capitán no habló para nada de la sanguinaria recreación de sus tripulantes con el planeta. ¿Cómo podía? En lugar de eso, dio las coordenadas, informó que el aire era respirable, y añadió la información de que Catadonia era hermoso. «Hermoso, realmente hermoso»

Los hombres de la Áurea, después de todo, no eran salvajes. ¿No había dejado uno de ellos que la palabra Catadonia vibrara en sus labios en un momento de éxtasis sanguinario? ¿No perdonaba el universo a sus poetas, a quienes le ponían nombres?
Posteriormente, La Tierra envió a la nave de reconocimiento Nobel hacia la virginal lactaesencia de las Nubes de Magallanes en dirección a Catadonia. La Nobel, una vez llegada allí, mandó una nave de descenso hacia el gran océano del planeta. Los tres científicos dentro de ella debían establecer una estación flotante cuyo fin sería determinar la probabilidad de encontrar vida en Catadonia. El capitán de la Áurea no había informado sobre ello. Los científicos no conocían su existencia. Las pruebas sensoras preeliminares de la Nobel sugirieron la presencia de especies botánicas y la posibilidad de que hubiera algún tipo de vida acuática en germen. Nada sensible, seguramente.

Fuera cual fuese la situación allí, los científicos a bordo de la estación flotante la aclararían.

LA ODISEA DE CATADONIA, Michael Bishop

Una nube volcánica nórdica que amenaza la modernidad

Este fin de semana, la sombra nociva e impronunciable del Eyjafjallajökull pone en riesgo, desde el Ártico, el destino del planeta. No sólo del arco hoy extendido sobre Islandia, Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Holanda, Alemania, Escandinavia, etc.

Resulta irónico que esto suceda mientras, en Washington, Barack Obama promete poner hombres sobre Marte en 2023, una empresa tan costosa como poco práctica. La paralización de vuelos, entretanto, genera dos tipos de reacción.

Algunos se refugian en un sentimiento de admiración por fuerzas naturales desatadas ante la impotencia tecnológica y mentan sombras del Krakatoa, el Etna y similares desastres. Otros, en cambio, se agitan, pierden la chaveta y atormentan al personal de las aerolíneas, que casi nunca tiene respuestas convincentes.

La ausencia del factor humano es desoladora, proclaman millones de “blogs” y mensajes por Internet. La turba incluye seguidores apocalípticos de Moisés o Jesús, fatalistas musulmanes y contempladores de Avalokitashvara o Maitreya, respectivamente bodhisatvas de esta era y la futura (si en efecto llega).

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Se sumarían a Plutón hasta 50 planetas enanos más

Para ser etiquetado como planeta enano, un objeto debe cumplir dos criterios, según lo determinado por la Unión Astronómica Internacional (UAI): debe ser “casi redondo” y debe orbitar al Sol.
Hasta ahora, sin embargo, no se ha definido formalmente hasta qué punto los cuerpos en “forma de patata” pueden convertirse en “casi redondos’, dijo el astrónomo Charley Lineweaver del Australian National University (ANU) en Canberra.
Proporción de papa
Lineweaver usó la frase “Proporción de papa” para describir el punto en el que los objetos con forma de patata se ven involucrados en formas esféricas casi por su propia gravedad, en un artículo publicado en las Actas de la 9 ª Conferencia Australiana de Ciencia Espacial.
De manera informal, se ha utilizado como proporción de papa un valor de 400 kilómetros. Sin embargo, esto no es apropiado para la mayoría de los objetos. “La resistencia del material es una característica importante que determina qué tan grande tienes que ser para ser una esfera”, dijo Lineweaver.

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Cassini sobrevuela dos lunas de Saturno en 48 horas

En un doble sobrevuelo especial tiene lugar esta semana, la nave espacial Cassini de la NASA visita dos lunas de Saturno, Titán y Dione, en un plazo de aproximadamente un día y medio, sin maniobras intermedias.
   Una alineación cósmica fortuita permite a Cassini intentar esta doble visita, y el interés en pivotar por Dione (derecha, en la imagen) ha influido en el diseño de su misión prolongada. El sobrevuelo de Titán (a la izquierda en la imagen), previsto para este lunes, ha hecho pasar a Cassini a unos 7.500 kilómetros (4.700 millas) de la superficie de la luna. La distancia es relativamente lgrande para esta clase de encuentros, pero es válida para el subsistema de captura de imágenes de Cassini, que podrán observar la bruma de Titán durante más tiempo y capturar imágenes de alta resolución de las regiones Belet y Senkyo, zonas oscuras alrededor del ecuador, donde dominan las dunas de arena.

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