Un viaje en subte

Me subo al subte en Malabia y milagrosamente, consigo un asiento. Debe ser como dice Antonio el electricista nomás, eso de "visualizar" un asiento y el asiento aparece.Me siento entre una señora sesentona gorda, con el pelo color kerosen y un oficinista que lee una revista de ai-ti-bisnes. Enfrente hay una señorita rubia que duerme con la boca abierta y un pibe (con aspecto de cadete) de pelo grasoso.
Cierro los ojos para descansar un poco la vista. Esa es la excusa oficial; en realidad me hago el dormido para no dejar el asiento que supimos conseguir a ninguna embarazada o anciana que eventualmente pudiera o pudiese subir.
Siento que me tocan. Es la señora de pelo color kerosen que me habla. Debe ser extranjera, danesa, sueca o lituana, que se yo. Trato de hacerme entender en inglés pero no hay caso. La tipa menea la cabeza y se levanta. Miro a mi alrededor y veo que todos se bajan, incluso la rubia que dormía y el pibe (con aspecto de cadete) de pelo grasoso.
Pienso que llegamos a L.N. Alem, cabecera de la línea B, pero no reconozco la estación. Me fijo en los carteles y para mi horror, están escritos en una grafía desconocida."Calma Dieguito, estás soñando" me digo.
Sigo a la multitud que emerge a la superficie y desemboco en una ciudad extraña, de una arquitectura lovercraftiana. Escucho conversaciones en la misma lengua dura y cortante en la cual la sesentona me habló.
Mi desconcierto va en aumento, pero alcanzo a imponer mi lado racional. "Si pasé a otra dimensión viajando en subte, debería volver a mi "propio lado" de la misma forma".
Así que me meto en la extraña estación, busco lo que parece ser una boletería y me acerco a la ventanilla. Sonrío a la boletera, le hago "uno" con el índice y le paso un billete de 2 pesos. La tipa lo mira, dice algo y me lo devuelve. Me quedo paralizado, la gente de atrás refunfuña y la boletera le hace una seña a un guardia. Cuando el tipo se me acerca, retrocedo y cuando intenta tomarme por el brazo, le pateo las bolas.
Y comienzo a correr. Y salgo a la calle y sigo corriendo...
Hace cuatro horas que estoy dando vueltas por esta metrópolis de pesadilla, esquivando a sus raros autos de 3 ruedas.
Finalmente encontré otra estación de subte. La estoy vigilando. En cuanto el guardia se descuide, me meto.

3 comentarios:

René dijo...

Varias veces nos pasa eso, nos sentimos tan extraños con respecto al mismo entorno en que antes nos habíamos movido tranquila y familiarmente, y es que de repente nos ocurre que algo cambia en nosotros y nuestro dinero ya no es igual al que usan los demás.

El Marpla dijo...

metete a la noche, que dejan abiertas las puertas para el ultimo subte

Anónimo dijo...

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