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Acá en la Ruta 3, justo cuando el cartel marca el kilómetro 1265, pleno desierto de la Patagonia, los guías de turismo no abundan, pero por unas monedas Loquito Pitín te puede hacer un par de changas, llevarte los bolsos, comprarte puchos y escabio.
La medicina clásica diría que Pitín es idiota y aun así quienes lo conocen dicen que nomás es loco, ningún boludo, el exponente máximo de este cascoteado pueblo que alguna vez fue ciudad, bautizado Sierra Grande, lo que en tehuelche significa Vuta Mahuida.
Que Sierra Grande sea un pueblo condenado y hasta parezca maldito, abrasado por el sol, comido por viento, gobernado por el polvo y desquiciado por el hombre, no es razón para amedrentar a quienes rumbean para el sur en busca de no-turismo, y caen por estas latitudes (41º36”S -65º21”O), adonde la nafta empieza a valer la mitad de precio.
Conocer las maravillas ocultas que hay en las cercanías del pueblo puede ser alucinante, pero no esperes que Loquito Pitín te sirva de guía o te cuente las historias del lugar, que te hable sobre las chicas reducidas a servidumbre ni te advierta sobre los riesgos de ser sodomizado en alguna de las cinco whiskerías que hay sobre la ruta.
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