Saltando a un mercancías que iba a Los Ángeles un mediodía de finales de septiembre, me instalé en un furgón y, tumbado con mi bolsa del ejército bajo la cabeza y las piernas cruzadas, contemplé las nubes mientras rodábamos hacia el norte, a SantaBárbara.
Era un tren de cercanías y yo planeaba dormir aquella noche en la playa de Santa Bárbara v a la mañana siguiente coger otro, de cercanías también, hasta San Luis Obispo, o si no el mercancías de primera clase directo a San Francisco de las diecinueve.
Cerca de Camarillo, donde Charlie Parker se había vuelto loco y recuperado la cordura, un viejo vagabundo delgado y bajo saltó a mi furgón cuando nos dirigíamos a una vía muerta para dejar paso a otro tren, y pareció sorprendido de verme. Se instaló en el otro extremo del furgón y se tumbó frente a mí, con la cabeza apoyada en su mísero hatillo, y no dijo nada.
LOS VAGABUNDOS DEL DHARMA, Jack Kerouac
1 comentario:
Lindo recorte sobre viajeros rurales y encima se cita a Charlie Parquer. Saludos!
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