Fragmento - MUJER DE PIE

—¡Michiko! —le grité al oído.
Mi esposa me miró, y la sangre le invadió las mejillas. Se pasó una mano por el cabello enredado.
—¿Viniste otra vez? No tendrías que hacerlo, en serio.
La empleada de la ferretería, que vigilaba el negocio, me vio. Con aire de fingida indiferencia, apartó los ojos y se retiró al fondo del local. Lleno de gratitud por su consideración, me acerqué unos pasos más a Michiko y la enfrenté.
—¿Te vas acostumbrando?
Reunió todas para lograr una sonrisa en el rostro endurecido.
—Mmmm. Estoy acostumbrada.
—Anoche llovió un poco.
Mirándome aún con ojos amplios, oscuros, asintió levemente.
—Por favor no te preocupes. Apenas si siento algo.
—Cuando pienso en ti no puedo dormir —dejé caer la cabeza—. Siempre estás de pie, afuera. Cuando pienso en eso, me resulta imposible dormir. Anoche hasta pensé en traerte un paraguas.
—Por favor, no hagas nada de eso —mi esposa frunció apenas el entrecejo—. Seria terrible que hicieras algo así.
Un camión grande pasó detrás de mí. El polvo blanco cubrió el cabello y los hombros de mi esposa con un tenue velo, pero a ella no pareció molestarle.
—En realidad estar de pie no es tan desagradable —habló con deliberada despreocupación, esforzándose por impedir que yo me preocupara.
Percibí un cambio sutil en las expresiones y el modo de hablar de mi esposa respecto a dos días antes. Parecía como si sus palabras hubiesen perdido algo de delicadeza, y como si el alcance de sus emociones se hubiese empobrecido hasta cierto punto. Observarla así, desde afuera, ver como se vuelve poco a poco inexpresiva, es aún más desolador por haberla conocido como era antes: las respuestas agudas, su alegre vivacidad, las expresiones ricas, plenas.
—Esa gente —le pregunté, señalando con los ojos hacia la ferretería—, ¿se portan bien contigo?
—Bueno, sí. Tienen buen corazón. Sólo una vez me dijeron que les pidiera cualquier cosa que necesitara. Pero aún no han hecho nada por mí.
—¿No tienes hambre?
Sacudió la cabeza.
—Es mejor no comer.
Eso es. Incapaz de soportar ser una mujergajo, esperaba convertirse en mujerárbol aunque fuera un solo día antes.
—Así que por favor no me traigas nada de comer. —Clavó los ojos en mí—. Por favor olvídame. Estoy segura de que incluso sin hacer ningún esfuerzo en especial, voy a olvidarte. Me alegra que hayas venido a verme, pero después la tristeza dura mucho más. Para los dos.
—Tienes razón, desde luego, pero... —Despreciando a ese ser que no podía hacer nada por su propia esposa, dejé caer otra vez la cabeza—. Pero no te olvidaré —hice un movimiento afirmativo con la cabeza. Llegaron las lágrimas—. No olvidaré. Nunca.
Cuando alcé la cabeza y la miré otra vez, ella tenía clavados en mí ojos que habían perdido algo de su brillo, con todo el rostro resplandeciendo en una sonrisa tenue como una imagen tallada de Buda. Era la primera vez que la veía sonreír así.

MUJER DE PIE, Yasutaka Tsutsui

Amanecer en un asteroide

Su nombre es Vesta y, con más de 500 km de diámetro, es el mayor asteroide del Sistema Solar. La sonda, llamada Dawn (“amanecer” en inglés), está actualmente en órbita a sólo 800 km de la superficie de Vesta. Y allí permanecerá durante varios meses antes de trasladarse a su próximo objetivo: el planeta enano Ceres.

Los científicos especialistas en geología planetaria confían en que Vesta y Ceres aportarán claves para entender cómo se formaron los planetas del Sistema Solar (ver entrevista a Carol Raymond). Y las primeras imágenes enviadas por Dawn muestran escenarios que prometen importantes revelaciones para los próximos meses y años.

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Fragmento - CÁNTICO POR LEIBOWITZ


En aquel siglo había nuevamente naves espaciales, y las naves estaban tripuladas por imposibilidades peludas que caminaban sobre dos piernas y a las que les crecían mechones de cabello en inverosímiles regiones anatómicas. Eran una especie habladora. Pertenecían a una raza muy capaz de admirar su propia imagen en un espejo e igualmente capaz de cortarse su propio cuello ante el altar de cualquier dios tribal, tal como la deidad del Afeitado Diario. Era un espécimen que a menudo se consideraba, básicamente, una raza de fabricantes de herramientas de inspiración divina; cualquier ente inteligente de Arturo instantáneamente se habría dado cuenta de que eran básicamente una especie de apasionados oradores de banquete.

Era inevitable, era su destino manifiesto, presentían — y no por primera vez — que tal especie avanzaba a la conquista de las estrellas. Para conquistarlas varias veces, si era necesario, y para ciertamente hacer discursos sobre las conquistas. Pero también era inevitable que la especie sucumbiese otra vez a la vieja enfermedad en un nuevo mundo como antes había ocurrido en la Tierra, en la letanía de la vida y en la liturgia especial del hombre: versículos por Adán, respuestas del Crucificado.
Somos los siglos.
Somos los charlatanes y los fanfarrones, y pronto hablaremos de cortarte la cabeza. Somos tu coro de desperdicios, señor y señora, y marcamos el paso detrás de ti, cantando tonadas que algunos creen extrañas.
¡Un, dos, tres, cuat!
¡Izquierda!
¡Izquierda!
Te—ní—a—u—na—bue—na—es—po—sa—pe—ro—él.
¡Izquierda!
¡Izquierda!
¡Izquierda!
¡Derecha!
¡Izquierda!
Wir, como dicen en la vieja patria, marschieren weiter wenn alles in Scherben fällt.
Tenemos tus eolitos y tus mesolitos y tus neolitos. Tenemos tus Babilonias y tus Pompeyas, tus Césares y tus artefactos cromados (impregnados—de—ingrediente—vital).
Tenemos tus sangrientas hachas y tus Hiroshimas. Avanzamos, a pesar del infierno, hacemos...
Atrofia, Entropía y Proteus vulgaris.
Contando chistes obscenos acerca de una granjera llamada Eva y un agente de ventas llamado Lucifer.
Enterraremos a tus muertos y sus reputaciones. Te enterraremos a ti. Somos los siglos.
Nace, pues, respira viento, chilla al golpe del cirujano, busca la virilidad, prueba un poco de bondad, siente dolor, da a luz, lucha un poco, sucumbe.
(Al morir sal silenciosamente por la salida de atrás, por favor.)
Generación, regeneración, otra vez, otra vez, como en un ritual, con investiduras manchadas de sangre y manos sin uñas, hijos de Merlín persiguiendo un resplandor. Hijos también de Eva construyendo para siempre paraísos... y destrozándolos con furia enloquecida porque no resultan ser lo mismo. (¡Ah!, ¡ah!, ¡ah!, un idiota grita su necia angustia en medio de los desperdicios. ¡Pero aprisa! Que el coro lo apague, cantando aleluyas a noventa decibelios.)
Oíd, entonces, el último cántico de los hermanos de la Orden de San Leibowitz, como cantado por el siglo que se tragó su nombre:
V: Lucifer ha caído
R: Kyrie eleison
V: Lucifer ha caído
R: Christie eleison
V: Lucifer ha caído
R: Kyrie eleison, eleison ¡mas!
«Lucifer ha caído»; las palabras cifradas, enviadas eléctricamente a través del continente, eran susurradas en salas de conferencias, donde circulaban en forma de memorandos con el título de «Supreme secretissimo» y eran prudentemente ocultados a la prensa. Las palabras se alzaban como una marea amenazadora detrás de un dique de secreto oficial. Había varios agujeros en el dique, pero quedaban impávidamente obturados por los burocráticos mentores cuyos dedos índices se volvían excesivamente henchidos mientras esquivaban los proyectiles verbales disparados por la prensa.
Cantico por Leibowitz, Walter M. Miller

Fragmento - El Fin de la Infancia

Fue, por supuesto, una operación sin importancia desde el punto de vista de los superseñores, pero para la Tierra no hubo, en toda su historia, un acontecimiento más extraordinario. Las grandes naves descendieron desde los inmensos y desconocidos abismos del espacio sin ningún aviso previo. Innumerables veces se había descrito ese día en cuentos y novelas, pero nadie había creído que llegaría a ocurrir. Y ahora allí estaban: las formas silenciosas y relucientes, suspendidas sobre todos los países como símbolos de una ciencia que el hombre no podría dominar hasta después de muchos siglos. Durante seis días habían flotado inmóviles sobre las ciudades, sin reconocer, aparentemente, la existencia del hombre. Pero no era necesario. Esas naves no habían ido a pararse tan precisamente y sólo por casualidad sobre Nueva York, Londres, París, Moscú, Roma, Ciudad del Cabo, Tokio, Camberra...
Aún antes que aquellos días aterradores terminaran, algunos ya habían sospechado la verdad. No se trataba de un primer intento de contacto por parte de una raza que nada sabía del hombre. Dentro de esas naves inmóviles y silenciosas, unos expertos psicólogos estaban estudiando las reacciones humanas. Cuando la curva de la tensión alcanzase su cima, algo iba a ocurrir.
Y en el sexto día, Karellen, supervisor de la Tierra, se hizo conocer al mundo entero por medio de una transmisión de radio que cubrió todas las frecuencias. Habló en un inglés tan perfecto que durante toda una generación las más vivas controversias se sucedieron a través del Atlántico. Pero el contexto del discurso fue aún más sorprendente que su forma. Fue, desde cualquier punto de vista, la obra de un genio superlativo, con un dominio total y completo de los asuntos humanos. No cabía duda alguna de que su erudición y su virtuosismo habían sido deliberadamente planeados para que la humanidad supiese que se hallaba ante una abrumadora potencia intelectual. Cuando Karellen concluyó su discurso las naciones de la Tierra comprendieron que sus días de precaria soberanía habían concluido. Los gobiernos locales podrían retener sus poderes, pero en el campo más amplio de los asuntos internacionales las decisiones supremas habían
pasado a otras manos. Argumentos, protestas, todo era inútil. Era difícil que todas las naciones fuesen a aceptar mansamente semejante limitación de sus poderes. Pero una resistencia activa presentaba dificultades insuperables, pues la destrucción de las naves, si eso fuese posible, aniquilaría a las ciudades que estaban
debajo. Sin embargo, una gran potencia hizo la prueba. Quizá los responsables pensaban matar dos pájaros de un tiro, pues el blanco se hallaba suspendido sobre las capital de una vecina nación enemiga.


El Fin de la Infancia, Arthur C. Clarke

La vida en Titán

En la serie Eureka, que se encuentra emitiendo la segunda parte de su cuarta temporada, los personajes están preparando una misión espacial que les llevará a Titán. Y no sólo Eureka especula sobre un posible viaje a Titán, este satélite ha llamado poderosamente la atención de los creadores de ciencia ficción desde los años cincuenta.
Robert A. Heinlein escribió en 1951 The Puppet Masters cuya acción se sitúa en Titán, al igual que la historia corta de Asimov First Law. La novela de John Varley Titan de 1979 se centraba en una expedición a las lunas de Saturno. La película Gattaca también tenía como telón de fondo una misión espacial que debía partir hacia el satélite y Star Trek (2009) podemos disfrutar de una grandiosa escena en su entorno.
¿Por qué fascina tanto esta lejana luna? Posiblemente la razón sea que es uno de los pocos entornos del Sistema Solar que puedan poseer vida. Desde que la misión espacial Cassini/Huygens llegó al satélite en 2005 muchos son los datos que se han recogido sobre Titán. Existen evidencias químicas que apoyan la afirmación de que allí hay vida, alguna forma de vida de tamaño microbiano basada en el metano y que usa el hidrógeno del mismo modo que nosotros usamos el oxígeno.
La misión espacial recogió datos en los que se mostraba una ausencia notable de gases. Faltan hidrógeno y acetileno, así pues se especula que esos gases están siendo consumidos pero no se sabe cómo. La explicación que dan algunos estudiosos es la presencia de vida en Titán. Además son los dos elementos necesarios para una forma de vida basada en el metano. Si se confirma la existencia de vida en Titán la hipótesis de la Tierra Especial sería echada por tierra, valga la redundancia. El universo podría estar plagado de vida y de razas en diferentes estadios evolutivos, una perspectiva que abre un amplio abanico de posibilidades. Si la vida basada en el metano fuese una realidad nos encontraríamos con seres nunca antes vistos ni imaginados.

Titán posee una atmósfera compuesta mayormente de nitrógeno (94%) y rica en metano. Su composición química y sus temperaturas propician que su superficie sea similar a la de la Tierra en el pasado. Por eso muchos estudios sobre la viabilidad de vida en el espacio o la posibilidad de crear asentamientos permanentes fuera de nuestro planeta se centran en él. Aunque sus mares helados de metano y sus temperaturas cercanas a los 180 grados bajo cero no parecen muy apetecibles. Titán posee ríos, llueve, tiene paisajes similares a los de nuestro planeta y hay estaciones. Al satélite sólo llega el 10% de la luz solar que llega a la tierra.

http://alt1040.com/2011/09/la-vida-en-titan/pia14571

Fragmento - Las aventuras de Arthur Gordon Pym

Afortunadamente, poco antes de anochecer nos amarramos firmemente los cuatro a los restos del cabrestante, tumbándonos de este modo sobre la cubierta lo más aplastados posible. Esta precaución fue lo único que nos salvó de la muerte. De todas maneras, estábamos más o menos aturdidos por el inmenso peso de agua que nos cayó encima, y que no nos arrastró hasta que estuvimos casi exhaustos. Tan pronto corno pude recobrar el aliento, llamé en voz alta a mis compañeros. Pero sólo contestó Augustus, diciendo: ¡ Todo se ha acabado para nosotros! ¡ Dios tenga misericordia de nuestras almas! Poco a poco, los otros dos fueron recobrando el habla y nos exhortaron a tener ánimos, pues aún había esperanzas, sabiendo que era imposible que el bergantín se hundiese, debido a la naturaleza del cargamento y porque, además, parecía probable que la tempestad amainase por la mañana. Estas palabras me reanimaron; por extraño que parezca, aunque era obvio que un barco cargado de barricas de aceite vacías no puede sumergirse, yo había tenido hasta este momento tan confusa la mente, que no había caído en la cuenta, y el peligro que había temido más durante aquellas horas era el de que nos hundiésemos. Al renacer la esperanza en mi corazón, aproveché todas las ocasiones para afianzar las ligaduras que me sujetaban a los restos del cabrestante, y en esta ocupación no tardé en descubrir que mis compañeros también estaban ocupados en lo mismo. La noche era muy oscura, y no intento describir el caos y el horrible lúgubre estruendo que nos rodeaba. La cubierta se hallaba al nivel del agua, o más bien estábamos rodeados de altas crestas de espuma, parte de las cuales rompían a cada instante sobre nosotros. No sería exagerado decir que no teníamos la cabeza fuera del agua más que un segundo de cada tres. Aunque estábamos muy juntos, ninguno de nosotros podía ver a otro, ni siquiera nada de la parte del bergantín, sobre la cual éramos tan impetuosamente zarandeados. A intervalos, nos llamábamos unos a otros, intentando mantener viva la esperanza y dar consuelo y valor a quien más necesidad tenía de ello. La débil situación de Augustus le hacía objeto de la solicitud de todos nosotros; y como suponíamos que la herida en el brazo derecho había de imposibilitarle para sujetar sólidamente su amarra, nos figurábamos a cada instante que iba a ser arrastrado por las olas, y prestarle socorro era algo absolutamente imposible. Afortunadamente, se encontraba en el sitio más seguro, pues la parte superior de su cuerpo se cubría con un trozo de cabrestante roto, y las aguas, antes de caerle encima, perdían gran parte de su violencia. En cualquier otra posición que no fuese aquélla (en la que había quedado accidentalmente después de haberse atado él mismo en un sitio muy expuesto), hubiese perecido infaliblemente antes del amanecer. Debido a que el bergantín se hallaba muy echado hacia la banda, estábamos menos expuestos a ser arrebatados por las olas, como hubiese sucedido en otro caso. Como he dicho antes, el barco se inclinaba hacia babor, pero la mitad de la cubierta estaba constantemente bajo el agua. Por eso las olas, que entrechocaban por estribor, rompían contra el costado del barco, alcanzándonos solamente algunas rociadas de agua, mientras yacíamos tendidos boca abajo; por el contrario, las que venían por babor, las que se llaman olas de remanso, porque caen por la espalda. no podían cogernos con bastante ímpetu, a causa de nuestra posición, no tenían fuerza suficiente para soltarnos de nuestras amarras. En tan espantosa situación permanecimos hasta que alumbró el día, mostrándonos con todo detalle los horrores que nos rodeaban. El bergantín era un simple tronco que rodaba a merced de las olas; la tempestad no había cedido sino para soplar con la fuerza de un huracán, y parecía que no podíamos esperar salvación alguna terrenal. Durante varias horas permanecimos en silencio, esperando a cada momento que se rompieran nuestras amarras, que los restos del cabrestante irían por la borda, o que algunas de las enormes olas que rugían en todas direcciones alrededor y por encima de nosotros sumergiese de tal modo el casco, que nos ahogásemos antes de volver a la superficie.

Las aventuras de Arthur Gordon Pym, Edgar Allan Poe

Cráter de Marte contiene sedimentos de un gran lago acuoso

La Agencia Espacial Europea (ESA), informa que se encontraron sedimentos oscuros depositados en el delta de un cráter de Marte, y que son considerados como evidencias de que alguna vez, en ese lugar, hubo un lago gigante, como parte de un pasado acuoso del planeta rojo; las imágenes fueron obtenidas por el satélite Mars Expres.

Situado en las tierras altas del sur de Marte, el delta fue descubierto en el cráter Eberswalde; tiene 65 kilómetros (40millas), de diámetro y es de forma semi-circular. Se cree que este cráter  se formó cuando un asteroide chocó contra la superficie de Marte hace más de 3,7 millones de años.

El delta se extiende por una región que abarca 115 kilómetros cuadrados de superficie, y se puede apreciar que tiene canales de alimentación cerca de la cima del cráter, los cuales habrían llenado el lago.

El satélite Mars ha estado asistiendo a la NASA para decidir sobre el mejor sitio de aterrizaje para una nueva generación de rover -tipo de robot, que se quiere enviar a Marte; un novedad que se lanzará a finales de este año, para que pueda llegar a mediados de 2012.
El cráter Eberswalde ha sido uno de los cuatro destinos, preseleccionados junto con el cráter Holden, ya que ambos tienen características que sugieren la existencia de que en alguna era hubo agua líquida y un medioambiente habitable.                                                                                                                      
Por otro lado, el cráter  Gale  fue elegido como lugar de aterrizaje, por la misión 'Mars Science Laboratoryì (Laboratorio de Ciencia de Marte), debido a su alto contenido en minerales y su diversidad estructural asociada al agua.

El Laboratorio de Cincia de Marte, es un programa de exploración del planeta que incluye un programa a largo plazo para la exploración robótica. El rover, es capaz de evaluar la habitabilidad del planeta rojo, es decir, si fue o es un medio capaz de soportar vida microbiana.

Fragmento - Un fantasma recorre Texas

Los melenudos tienen menos seso que el ganado de cuernos largos, y menos capacidad para sostenerse sobre los cuartos traseros. La mayoría de los melenudos perecieron en la guerra atómica, o fueron exiliados a ese corral para vacas enfermas, Circumluna, y a su teta indescriptible, el Saco. ¡A Dios rogando y marihuana fumando! Las batallas de El Álamo, San Jacinto, El Salvador, Sioux City, Schenectady y Saskatchewan...
(Frases entresacadas al azar del libro Cómo soportar y entender a los téjanos: sus fantasías, flaquezas, costumbres tradicionales e ideas fijas, tal como aparecen en sus escritos, Nitty-Gritty Press, Watts-Angeles, Peribluca Capicifa Gerna)
—Hijo, pareces un lejano de esos que han tomado hormonas pero han pasado hambre desde que nacieron. Como si tu mamá, que Lyndon la bendiga, hubiera levantado una pierna y te hubiera dejado caer en una gran bolsa negra, y después no hubieras tenido más que un mendrugo y un vasito de leche al mes.
—Cierto, noble señor. Me criaron en el Saco y soy un flaco —respondí al Gigante Corpulento, con voz semejante a un trueno lejano, que casi me hizo mojar los calzones, pues hasta entonces aquélla había sido de barítono alto.
Tuve la sensación de que estaba dando vueltas en una centrífuga cúbica, a razón de seis agobiantes lunagravs. Podía ver la rotación de la máquina, y la percibí en el oído interno hasta que mis sentidos, poco a poco, se adaptaron. Sobre la misma superficie en que me hallaba había dos gigantes y una giganta con ropas de vaquero, y también tres enanos descalzos, gibosos y morenos, vestidos con pantalón y camisa sucios. Todos ellos se mantenían hábilmente en equilibrio sobre los pies, conduciendo la centrífuga enérgicamente. Mientras tanto, bajo mi capa negra con capucha, yo permanecía encorvado como unos grandes alicates de filigrana de hueso y titanio, y trataba de poner en funcionamiento el motor de la rodilla izquierda de mi dermatoesqueleto. Éste, o corría alocadamente, o no respondía en absoluto a los impulsos mioeléctricos de los músculos
fantasmales de mi pierna izquierda.
Comprendí que el Gigante Corpulento debía de haberme visto sin la capa, puesta ésta, ahora, lo mismo podía ocultar un gordo, bajo y estirado, que a un flaco, alto y encorvado.
Tenía una vaga idea de cómo había desembarcado del «Tsiolkovsky». Cuando los melenudos te drogan para que adquieras aceleraciones de veinticuatro lunagravs, no emplean aspirina, aunque estés aprisionado entre colchones de agua, Pero sabía que fuera de la centrífuga se hallaba la base espacial y ciudad de Yellowknife, Canadá, Tierra.
Los dos extremos de la centrífuga y los dos costados contiguos (pero, ¿cuál era cuál?) estaban cubiertos con un mural de pueril simplicidad, compuesto de enormes vaqueros de color blanco tiza persiguiendo, sobre caballos como elefantes, a diminutos indios de color carmín, montados en caballitos como chihuahuas a través de un paisaje tachonado de cactus. Esta batalla de cucarachas y monstruos llevaba la inmensa firma de «Abuela Aaron». Las figuras y la escena parecían tan impropias de la helada Yellowknife como los trajes de mis acompañantes, que más bien deberían llevar pellizas esquimales y raquetas
para la nieve.
Pero ¿puede un novato, que ha pasado toda su vida en caída libre a unos miles de kilómetros de la madre Luna, opinar sobre las costumbres de la terrible Tierra? La superficie opuesta estaba repleta de cegadores rayos de sol, como un racimo de
estrellas transformándose en novas.
En una de las superficies contiguas había dos aberturas rectangulares adyacentes. Ambas tenían casi un metro de anchura, pero una tenía más de tres metros de altura y la otra menos de metro y medio. En vano me asomé a ellas por si veía pasar velozmente estrellas o segmentos de tierra; los rectángulos no eran sino compuertas que daban a otra parte de la centrífuga. No alcanzaba a comprender por qué había dos, y de forma y tamaño tan diferentes, donde una habría bastado.
Mientras trataba de engatusar al motor de mi rodilla para que funcionara como es debido y sentía en las axilas, los muslos, la entrepierna, etcétera, la cruel presión que los seis lunagravs centrífugos ejercían sobre las bandas de sujeción de mi dermatoesqueleto hundiéndomelas en la piel y los huesos, me preguntaba:
«Si es así como te endurecen en el ascenso a la Tierra, ¿qué aspecto tendrá la superficie desnuda de ese planeta?» Entre tanto hablé en voz alta, con el mismo tono profundo, sepulcral y casi inaudible que tan bien cuadraba con la apariencia de túmulo funerario cubierto de negro que me daba la protuberancia central de mi cabeza encapuchada. Y pedí:
—Tenga la bondad de guiarme al Registro de Reclamaciones Mineras de Yellowknife.
El Gigante Corpulento me miró con condescendencia. Realmente, conducía la centrífuga con serenidad; me asombró su habilidad para manejar con tanta indiferencia una masa por lo menos cinco veces mayor que la mía, dermatoesqueleto incluido. Los
tres enanos gibosos acechaban tras él con aprensión, y el temor les hacía fruncir el entrecejo bajo los grasientos cabellos negros. El Gigante Cuadrado —le bauticé con este nombre porque se distinguía por los hombros puntiagudos y las mandíbulas angulosas, como William S. Hart en los tiempos heroicos del cine— lanzó una mirada suspicaz desde mi abierto equipaje.
La giganta comenzó a alborotar. 
—¡Otra vez va hacia allá! —dijo con voz lastimera—. Intentaré servirle de azafata lo mejor que pueda. AI fin y al cabo, es usted nuestro primer visitante del espacio desde hace cientos de años. Pero se empeña en hablarme con voz atronadora como los demás extranjeros, los terribles rusos velludos y los africanos tamborileros. Y sigue vociferando misterios. En nombre de Jack, ¿dónde está Yellowknife? 
Fuera de su traje minifaldero y casi militar de vaquera tenía una larga cabellera rubia, y en su interior grandes senos, o un simulacro de ellos; pero su agitada estupidez refrenaba mi libido y también mi cordura. Recordé que mi padre me decía que las jovencitas que marchaban al frente de las bandas de música habían sido una de las plagas principales de la Tierra, junto con los atletas comunistas de cualquier sexo vestidos de mujer.
—Aquí —grité con voz estruendosa a través de la capucha—. Justamente aquí, donde el «Tsiolkovsky» me desembarcó en órbita directa desde Circumluna. A propósito: no soy ruso, sino de ascendencia anglosajona, si bien es verdad que en Circumluna hay tantos rusos como americanos.

Un fantasma recorre Texas, Fritz Leiber

El Deseo

Después de haber huído de quien, recién llegada a la Contratierra, le puso un collar y de haber pasado por las manos de otros Amos había dado con sus huesos en una taberna de Ar, no lucía ningún collar ni en su cuerpo se podía apreciar ninguna marca y no estaba muy segura de si es que ningún Amo había sentido el suficiente interés en ella como para marcarla, o era ella misma la que había ido huyendo de la realidad de esta tierra extraña para ella.
Muchas lunas llevaba sin desear ningún cambio en su vida, había aprendido a vivir con la resignación de quien no encuentra, la sabiduria de quien no busca y la indiferencia de quien entrega su cuerpo sin pestañear en cada embestida...
Y una mañana más las tres lunas dejaron paso a un brillante sol que iluminó la estancia de las esclavas de la taberna y una a una, fueron despertando con las primeras luces, conversaciones en susurros, comentarios sobre quién no durmió esa noche allí, alguna risita ahogada y la seguridad de una nueva jornada de trabajo agotador era todo lo que se podía sentir en esas primeras horas de un nuevo día en la taberna.
Se incorporó y miró a su compañera de suelo, dormía todavía, sonrió divertida y la empezó a empujar con los pies hasta despertarla. ..habían llegado juntas y juntas pasaban los días, cuando por fin consiguió ponerla en pie se dirigieron a la parte pública de la taberna y tarareando viejas canciones, sin cruzar palabra entre ellas, se dedicaron a limpiar, ordenar, vaciar, reponer, colocar, cocinar...a dejar la taberna lista para nuevas risas, bailes y canciones.
Ellas no eran esclavas de placer, servían, sonreían y callaban...y alguna vez, algún hombre miraba a alguna de las dos o a ambas y decía que era con ellas con quien deseaba pasar unas horas, el Amo de la taberna no tenía ningún reparo en entregarlas, ¿si alguien deseaba disfrutar del cuerpo de una esclava, qué más daba para qué las utilizara él? Al principio las utilizó como esclavas de placer, pero una no gustaba a los clientes, era bella y servicial pero parecía que no sabía muy bien qué hacer con el cuerpo cansado de un cliente y la otra, aquella esclava que llegó sin marca ni collar...bueno a esa después de marcar su espalda a latigazos por morder la oreja de un cliente, que había pagado por tenerla unas horas, hasta arrancarle un trozo, después de haberla tenido sin comer durante varios días por haber intentado matar a otro...en fin...había decidido recuperar el dinero invertido en su compra haciéndola trabajar sin descanso y cuando algún hombre se interesaba en ella él siempre decía la misma cantinela "Señor...se que es una esclava de gran belleza y que seguro sus ojos lo embrujan...pero no se la lleve, es traicionera como un giani" y pasaba entonces a relatar lo que a otros había hecho aquella estúpida esclava y entre risas e insultos la mayoría la dejaban de lado, aquellos pocos que decidían usarla se aseguraban de atarla bien, amordazarla y usarla con brutalidad como si con ello pudiesen vengar a los hombres mordidos, arañados, golpeados o engañados por aquella esclava.
El día había pasado entre tareas y ambas esclavas abrieron las puertas de la taberna cuando el sol se desvanecía y las luces de las calles de Ar empezaban a encenderse.. .corrieron dentro mientras las esclavas de placer salían a las mesas desde el interior dejando tras ellas un perfume embriagador, se bañaron en el agua que quedaba de asearse las demás, vistieron sus ropas grises y apartaron el cabello de sus rostros sin mirarse en ningún espejo, volvieron a la gran sala donde algunos hombres ya habían entrado y se hicieron pequeñas en un rincón hasta que alguien las necesitase.
Vieron a las esclavas bailar, reir, comentar, besar, servir...y en un momento de la noche su compañera le preguntó; -dime ¿no las envidias tanto como yo?
Miró a su compañera, a su amiga, sonrió y le contestó; -sólo envidio su deseo, ese que sienten y del que yo hace lunas me deshice, ese que añoro y que cada noche espero cruce esas puertas de madera.
Se miraron un instante a los ojos y volvieron a perderse en sus pensamientos entre la música de la taberna, los bailes de las esclavas, las risas de los hombres y el olor a deseo que inundaba toda la estancia.

Kajira Angzalais